Vivir con los abuelos: ¿Oportunidad o Conflicto?
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La crisis que estamos viviendo trae consigo un nuevo cambio para las familias.
Las residencias de mayores tienen cada vez menos registros y son muchos los abuelos y abuelas que las abandonan para instalarse con sus familias. Regresamos a modelos anteriores de convivencia y, como todo, esto plantea retos y tiene también recompensas.
Las casas en las que vivimos no son las casas familiares de antaño y nos vemos obligados a convivir en espacios mucho más reducidos, a veces con situaciones económicas complicadas.
Esto, sumado a las diferencias naturales entre generaciones respecto a proyectos vitales, maneras de relacionarnos, e incluso de horarios y límites provocan que los roces surjan rápidamente.
Vivir con los abuelos tiene también valores seguros: compartir la ayuda y la responsabilidad, darnos la tranquilidad de estar cuidando de ellos como deseamos y de que participen en la crianza de nuestros hijos. Normalmente esto es muy beneficioso para los hijos, que sacan una experiencia más rica y aprenden a relacionarse con nuestros mayores de una forma más cercana, a ser más generosos y empáticos.
¿Qué podemos hacer para que la convivencia sea mejor? Por supuesto hablar, negociar, convenir, como en cualquier situación compartida. Si se establecen de antemano algunos puntos clave que organicen la convivencia todos nos sentimos más escuchados y seguros. Es importante ceder en algunas cosas y mantenernos firmes en otras.
Traza los límites que creas convenientes pero mediante el diálogo: acordar quién cocina y cómo se cocina, por ejemplo planificando un menú, de qué forma se compartirán los gastos, las reformas que se necesiten, cuándo se ve la televisión y qué programas son nuestros favoritos, en qué momentos preferirías estar solo y cuándo quieres que estéis todos juntos…
En general, cualquier consejo o actitud que te sirviera para convivir con otras personas, incluso con tu pareja o en otros momentos de la vida, podría serte útil para convivir con los abuelos. Un buen ejemplo de esto es que al formular una queja te asegures de no descalificar a la persona, reconocer lo que hace por ti, valorarlo y pedir perdón cuando es necesario.
Por último, sería bueno que a menos que no quede otro remedio, antes de tomar la decisión hables con tu familia tranquilamente para ver cuáles son sus expectativas y dónde podrían surgir problemas.
No todos nos llevamos bien con nuestras familias de origen o con nuestras familias políticas. Si las cosas han sido complicadas entre vosotros desde un principio o hay temas dolorosos o conflictivos que vayan a empeorar compartiendo la vivienda quizá sea mejor mantener la distancia para mantener la relación. Valoradlo.
Psicología CLAVE: Elena Sánchez-Porro e Irene Albert.
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