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La culpa y la vergüenza son dos emociones negativas bastante diferentes que a menudo se confunden. Ambas emociones mantienen a la gente a raya, evitando pensamientos y comportamientos que socialmente están desaprobados. Y en ambos casos, cuando se experimentan, la gente se siente mal, pero solo ahí es donde termina la semejanza entre estas dos emociones.
La culpa se experimenta solo (no es necesario que estén implicado otras personas). Es la sensación que se tiene cuando se ha hecho o pensado algo incorrecto. Es cuando sientes que has cometido una transgresión moral, ética.
Por el contrario, la vergüenza requiere la intervención de otras personas (ya sea de forma real o imaginaria). Es decir, la vergüenza implica la condena real o imaginaria que te hacen los demás por haber roto alguna norma social. Un ejemplo: alguien que trapichea con dinero, puede no sentirse culpable por el acto, pero puede que sienta vergüenza cuando es detenido por la policía al pensar que las demás personas pueden considerarle un criminal.
Naturalmente, la mayoría de las personas experimenta vergüenza y culpa de vez en cuando, pero el equilibrio entre ambas emociones puede variar ampliamente.
Algunas personas parecen tener poca o ninguna conciencia, y están relativamente libres de sentimientos de culpa o remordimiento por actos incluso verdaderamente atroces. A lo largo de las décadas, han sido etiquetadas como psicópatas, sociópatas o, más recientemente, como portadores de un trastorno de personalidad antisocial.
En el otro extremo, las personas con sentimientos extremadamente fuertes de culpa por incluso lapsos morales sin importancia o imaginarios pueden estar gravemente deprimidas, e incluso pueden ser llevadas al suicidio para castigarse por sus deficiencias. Otras personas pueden participar en comportamientos compulsivos y/ u obsesivos: lavado de manos excesivo, rituales religiosos sin fin para deshacer sus pecados imaginados, etc.
De manera paralela, algunas personas están relativamente libres de la vergüenza. Si tienen una brújula moral, que les ayuda a diferenciar lo que está bien de lo que está mal, los sentimientos de culpabilidad impiden el mal comportamiento que de otro modo podría ser mantenido en jaque por la vergüenza; estas personas entonces pueden hacerlo muy bien como inconformistas sociales. Por supuesto, si tanto la vergüenza y la culpa son débiles, en sus niveles más más bajos, estamos de vuelta en el territorio emocional de los sociópatas.
Por otro lado, la creatividad implica normas desafiantes y cambiantes, ya sean las de la sociedad en general, o las de una comunidad artística, científica o académica. Como tal, los individuos creativos a menudo tienen sentimientos débiles de vergüenza, o al menos son capaces y están motivados para mantener esos sentimientos bajo control.
No obstante, cada sociedad está formada por todo tipo de personas, por lo que tenemos que tener cuidado con los diferentes estereotipos culturales. Sin embargo, a partir de la década de los 40 con la antropóloga estadounidense Ruth Benedict y otros científicos sociales se planteó la posibilidad de que hubiera diferencias entre “culturas de vergüenza” y “culturas de culpa”.
Todas las culturas logran que las personas internalicen sus normas sociales y también internalizan los mecanismos psicológicos para retener pensamientos y conductas inaceptables. Así, se argumenta como algunas culturas ponen más énfasis en la culpabilidad para regular el comportamiento, mientras que otras ponen más énfasis en la vergüenza.
Los psicólogos interculturales a menudo describen a las diferentes culturas a lo largo de un continuo: individualismo-colectivismo.
En las culturas que son más individualistas, la responsabilidad primordial es para uno mismo. Las personas toman sus propias decisiones importantes sobre la vida (por ejemplo, qué tipo de trabajo hacer y con quién casarse) y tienen que vivir con las consecuencias de sus propias elecciones. Así, se argumenta como la culpabilidad es un motivador clave (“no hago algo mal porque hacerlo me haría sentir mal”).
En las culturas más colectivistas, la responsabilidad primordial es para los demás: la familia, la tribu, la religión u otra entidad social. Los más importantes de su grupo toman decisiones clave de vida para el individuo (por ejemplo, qué tipo de trabajo hacer y con quién casarse) porque tienen el conocimiento y el poder necesarios, y su responsabilidad principal es para el grupo y para ellos debido a su estatus dentro de esa sociedad, cultura, tribu, etc. Así, se argumenta como la vergüenza es un motivador clave (“no hago algo mal porque hacerlo me haría parecer mala persona a mi grupo de referencia y pensarían mal de mí”)
En resumen, la culpa y la vergüenza difieren en su experiencia subjetiva, en su relación con los aspectos de la personalidad y las diferentes psicopatologías, y en sus contextos y funciones sociales y culturales. NO SON LO MISMO.
PSICOLOGIA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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