El curso llega a su fin y pronto padres y profesores se reunirán para ver cómo les ha ido a los niños este año. Muchos ya saben que las notas van a estar lejos de ser fantásticas, así que pasarán parte del verano estudiando para recuperar esas asignaturas atragantadas.
Desde hace un tiempo observamos el cambio en la relación familia- escuela y las maneras en las que los padres se implican en la educación de los hijos. En los extremos tenemos padres que responderán al suspenso haciéndose cargo como si fuera suyo y planificando un verano de recuperación; otros se limitarán a castigar al niño o a cuestionar al profesor.
Lo primero es tener en cuenta la magnitud del problema: si es una asignatura que se nos ha atragantado, varias o que el curso peligra. Si estamos hablando de repetir porque nuestro hijo no ha podido con el curso no podemos tratarlo de la misma forma.
Como siempre, la respuesta adecuada tiene que ver con la mesura y la reflexión. Por eso, antes de regañarlos y comprar los cuadernos de actividades para el verano, os proponemos unas reflexiones sobre lo que significa un suspenso y cómo afrontarlo
Relativizar para ver qué ha pasado
Puede que este año haya tenido sus dificultades, como cambios que hayan afectado a su vida de alguna forma. Aquí entrarían desde divorcio, enfermedades, nacimiento de hermanos, la muerte de algún ser querido, mudanzas o cambios de colegio. También pueden haberle condicionado situaciones particulares en casa o la relación con los compañeros de clase
Por otra parte, no todos los cursos son iguales: algunos suponen profundizar más en contenidos ya aprendidos, mientras que otros suponen un verdadero desafío para los niños, sobre todo cuando tiene que ver con su nivel de madurez.
¿Tiene sentido castigar?
También aquí tiene que haber matices. Incluso cuando pensamos que sólo está haciendo el vago debemos plantearnos por qué. Los niños tienen que aprender a gestionar su motivación, pero, sobre todo a ciertas edades tempranas, todos o casi todos los niños tendrán el deseo genuino de hacer las cosas bien, de trabajar de sentirse recompensados, independientemente de la nota. Si se han esforzado pero la cosas no han salido, pues está claro que ahí pasa algo más.
Hablemos con los profesores
Dejémonos guiar por su opinión y pidamos consejo. Podemos pedir incluso instrucciones claras: qué tiene que mejorar y cómo podemos ayudar? Necesita adquirir más vocabulario? ¿ O mejorar el cálculo mental? Basta con práctica diaria o necesitan un intensivo? Cómo podrán estár seguros que haber mejorado? ¿Qué tiene que vigilar los padres? Muchas veces esto marca la diferencia, porque luego el verano es muy largo y puede volverse muy complejo para los niños el estudiar solos.
Pregunta a tu hijo
no sería bueno no preguntar a la otra parte implicada, qué cree que ha pasado este curso, qué dificultades ha tenido, vio en algún momento que las cosas no iban bien? No se trata de hacer un interrogatorio y debemos tener cuidado con la insistencia de nuestras preguntas y nuestro tono de voz. Lo que queremos es preguntarle al experto, para hacer que recapacite sobre sus propias formas de aprender y el proceso que le ha llevado hasta aquí.
No quitemos veracidad a las confesiones que nos hagan. Si nos dicen que el profesor les tiene manía puede que sea así. Reorientémoslo a qué cree que tendría que hacer para superar la asignatura.
Supervisión pero no secuestro
No nos dejemos llevar por la preocupación porque un cate lo tiene cualquiera y eso no es decisivo para la vida de nadie. Si estamos pidiéndoles que lo hagan perfecto preguntémonos porqué.
PSICOLOGIA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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