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Cómo superar esta situación desagradable… pero muy común
Incluso las vidas más relajadas y tranquilas no están libres por completo de situaciones de mucho estrés. Quizá por suerte. Todos nos vemos obligados a sobrellevar estos momentos que forman parte de una vida perfectamente sana y normal. A veces salimos victoriosos y nos dominamos desde el primer momento pero otras tenemos que enfrentarnos a una crisis de ansiedad.
Como nos dice la Sociedad Internacional de trastornos afectivos, el 10% de los adultos españoles han pasado por uno. Ahora también somos conscientes de que la población de adultos jóvenes también vive muy expuesta por el estilo de vida actual, en el que se exige tanta rapidez y precisión en el trabajo.
En el ataque de ansiedad se dan una serie de síntomas que pueden asustar mucho a la persona que los sufre, especialmente si no está familiarizado con estas sensaciones y no puede identificar que está pasando por una crisis.
Entre los síntomas tradicionales encontramos los sofocos, la sensación de ahogo, el aumento de la temperatura y de la frecuencia cardíaca, los sudores, los temblores y el miedo a morir. Hay más síntomas y tampoco tienen por qué aparecer todos a la vez. El denominador común suele ser la impresión que causan en la persona, que se preocupa cada vez más, aumentando el estrés y empeorando la situación.
La cosa empeora cuando ya hemos pasado por esto alguna vez y la experiencia es tan sumamente desagradable que al reconocer uno de los síntomas (que podría atribuirse o no a una crisis de ansiedad), anticipamos que vamos a sufrirla otra vez y desencadenamos nosotros mismos dicha crisis. El poder de la anticipación es inmenso y, en este caso, no nos ayuda mucho.
Estos síntomas suelen aparecer bruscamente, sin previo aviso, y después se mantienen un tiempo indeterminado. Lo que tenemos que saber es que los síntomas alcanzarán su punto álgido 10 minutos después. La ansiedad es así: puede aparecer muy rápidamente, pero no “podemos” permanecer ansiosos mucho tiempo. La ansiedad describe una curva que sube muy deprisa, llega al máximo y después comienza a bajar.
Pero, ¿qué podemos hacer cuando la crisis de ansiedad aparece o la observamos en otra persona? ¿Cómo podemos ayudar o ayudarnos?
ESTOY A SALVO. LO QUE SIENTO NO PUEDE HACERME DAÑO
Este es el aspecto más importante y que más nos puede ayudar. A pesar de que uno de los síntomas que podemos experimentar es el temor a morir, lo que sentimos no puede hacernos daño. No estamos sufriendo un infarto ni nos vamos a desmayar. Teniendo esto presente, ahora deberíamos concentrarnos en ir a un sitio apartado donde podamos respirar un poco (o apartar a la persona a un lugar así). Tenemos que comenzar a relajarnos sabiendo que comprendemos qué nos está sucediendo.
DISTRAERSE
Necesitamos no quedarnos atrapados en lo que sentimos. Una vez identificada la crisis de ansiedad –o anticipada-, es hora de poner en marcha lo que sí funciona. No decimos que resulte fácil, pero debemos esforzarnos en mantener una conversación o realizar una tarea sencilla. Si podemos estar acompañados de alguien calmado, por supuesto, mucho mejor. Evitemos a toda costa quedarnos encerrados en nosotros mismos y analizar lo que sentimos todo el tiempo.
SI DEJO PASAR EL TIEMPO, LOS SÍNTOMAS IRÁN DISMINUYENDO
Si las crisis de ansiedad no son algo nuevo para nosotros, podemos hacernos un gran favor. Recordemos en un momento tranquilo y, a ser posible, acompañados, qué disparó la última que recordamos. Intentemos “provocarnos” los síntomas. En esta situación de control podemos observar e incluso cronometrar qué sucede con la ansiedad. Como os decíamos antes no puede mantenerse durante mucho tiempo. Veremos que rápidamente empieza a bajar. Podemos medirla pensando cada diez minutos qué grado de ansiedad tenemos del 1 al 10. Así podremos comparar valores.
Os deseamos una feliz semana.
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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