En la comarca leonesa de Luna existe un espectacular desfiladero de montaña, tan fascinante como estrecho, que cuando se recorre es imposible resistirse a su mágico encanto. Responde al nombre de Desfiladero de los Calderones y sin duda alguna se trata de uno de los pasillos naturales más hermosos con que cuenta la provincia.
Nuestro viaje comienza en Benllera, pequeño pueblo situado en un valle abierto rodeado de verdes prados y sotos de árboles de ribera, al que llegaremos con tiempo suficiente para visitarlo. En su casco urbano se conservan algunos ejemplos de arquitectura popular, llamando la atención el gran número de hornos adosados a las viviendas, así como edificaciones nobiliarias, destacando el Palacio de la Señorita de Benllera, que perteneció a la familia Álvarez de las Cuevas, cuyos dominios se extendían desde la cántabra playa del Sardinero hasta la enorme quinta del Abrojo en Valladolid y otra construcción con portalones blasonados.
Hacemos noche en Benllera y buscamos un buen sitio para descansar pues al día siguiente nos esperan emociones fuertes y una excelente elección es la Casa Rural Entre Valles.
Amanece, y con los primeros rayos del sol nos ponemos en marcha hacia nuestro principal destino, los Calderones. De camino atravesaremos Viñayo y si prestamos atención, en la misma carretera que atraviesa el pueblo podremos admirar algún bello ejemplo de arquitectura popular de la zona, caracterizado por la casa de piedra con un corredor de madera. Continuamos el viaje por un agradable trayecto que serpentea entre las montañas a un lado y el arroyo de Piedrasecha y sus árboles de ribera al otro. Llegamos a Piedrasecha y nos dirigimos a la iglesia parroquial donde un cartel nos indica el comienzo de la ruta.
El Desfiladero de los Calderones es una antigua vía secundaria del Camino Olvidado, ruta de peregrinación a Compostela, que discurre por viejas calzadas romanas paralelo a la Cordillera Cantábrica y que une el País Vasco con Villafranca del Bierzo, donde su une al Camino Francés.
Partimos de la iglesia de Piedrasecha y continuamos por un camino paralelo al río hasta llegar a un puente que es necesario cruzar. Unos metros más adelante se llega a una gran roca silícica conocida como El Serrón, rápidamente identificable por los líquenes amarillos que cubren sus paredes.
Paso a paso se va haciendo más presente el río y con él las primeras paredes que nos anuncian la proximidad del corazón del desfiladero. Justo antes de entrar en este escenario vertical, una pequeña explanada acoge la Fuente del Manadero, y un poco más adelante, sobre un altozano, la Cueva de las Palomas que esconde una pequeña ermita rupestre, donde es venerada la imagen de Nuestra Señora del Manadero, y que cada último domingo del mes de julio congrega a todos los vecinos de la zona en animada romería.
Una fresca corriente de aire sale encajonada entre dos paredes que desafían la gravedad y que representan la puerta de entrada al auténtico desfiladero, donde las condiciones resultan extremas para el desarrollo de la vida. Caminamos sobre el lecho del río, caudal que juega al escondite con el visitante dependiendo de la estación del año en que se recorra, siendo bravo en épocas de lluvias y deshielo, para seguir su curso bajo tierra en temporadas secas.
El recorrido se convierte en una clase magistral de geología al aire libre, donde se abre un catálogo de caprichosas formas y de juegos cromáticos de la naturaleza. Un escenario ideal también para la práctica de deportes como la escalada, pero invitando siempre a realizar un ejercicio de imaginación de cómo un arroyo ha sabido esculpir la roca, a lo largo de miles de años, para entregarnos hoy un micro universo único en la provincia.
Como curiosidad contar que en diferentes punto de la ruta nos encontraremos pequeños belenes realizados con piedras por grupos de montañeros.
La ruta finaliza al llegar a una cancilla que pone límite a los terrenos de Piedrasecha, pudiendo elegir entre dos opciones, hacer el camino en sentido inverso, lo que sin duda alguna nos permitirá descubrir nuevas perspectivas que en el viaje de ida pasaron desapercibidas o continuar hacia Santa Martas y Las Vegas del Palomar.
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