¿Qué hacer si tu mundo está patas arriba?
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Es difícil encontrar a alguien que no se haya sentido alguna vez a la deriva, empujado por vientos en una u otra dirección y sin rumbo fijo. Puede que se limite solo a un área concreta, como la pareja o el trabajo. Quizá sea un período difícil naturalmente, como cuando a uno le toca decidir qué quiere estudiar o cómo será su relación con sus padres ahora que ya es adulto.
Sea cual sea la situación y el tiempo que haya durado, casi todo el mundo encuentra la forma de reconducirse y volver a sentirse al mando de su timón personal.
Este post está pensado para aquellos que no lo han logrado aún. Esperamos que sea más inspirador que tajante, ya que no hay una forma única de conseguirlo y siempre ha de pasar por el descubrimiento personal.
Vamos a explorar algunas formas de salir de un tiempo muerto y empezar a tomar decisiones.
Para variar, ¿quién soy yo?
Estás aburrido de oír aquello de “conócete a ti mismo”. De hecho, parece que uno debiera llegar a los cinco años con un esquema claro sobre qué desea en la vida, qué pareja sería la mejor, qué puesto de trabajo es más adecuado, qué tipo de padre quiere ser, qué opina sobre comer carne y un larguísimo y complicado etcétera.
¿Cómo podría ser así, si somos personas cambiantes? Ni pensamos ni sentimos cómo hace cinco años y puede que como hace cinco días. Quizá sería mejor decir que la vida es una oportunidad para conocerte a ti mismo. En tu vida han ocurrido cosas y has pasado por situaciones que te han hecho sacar conclusiones. ¿Cuáles han sido?
Puede que no hayas reflexionado conscientemente sobre ello, pero siempre puedes echar la vista atrás y concretar algunas cosas que van a serte de utilidad. Os ponemos unos ejemplos para empezar a trazar nuestro mapa de coordenadas.
- Siempre me he visto como…
- ¿Qué momentos del pasado me han hecho sentir bien?
- ¿Qué emociones había detrás?
- ¿Qué me hace disfrutar ahora?
- ¿Qué necesito?
- ¿Qué estoy dispuesto a dar para conseguirlo?
- ¿Me veo capaz de lograrlo?
Quizá lo mejor sería tomárselo como un ejercicio de clase. Tómate una hora libre, saca papel en blanco y responde a estas preguntas. Seguramente tengas más claras unas que otras, pero te darás cuenta de que sí que sabes bastante sobre ti.
Vas a meter la pata
Porque la vas a meter. Equivocarse es seguro. Va a ocurrir. Pero eso no puede hacer que nos paralicemos.
Por supuesto que existe una voz interior que duda, cuestiona e intenta protegernos, aunque no siempre proteja la mejor parte de nosotros. Ahí está el quid de la cuestión.
Muchas veces te abstienes de comprometerte con cosas para que cierta idea mítica e intachable de ti esté protegida. A fin de cuentas, si no te presentas a un examen no puedes suspenderlo, si no te vinculas con nadie no podrá estropearse. Digamos que tu expediente estará intacto, pero te habrás perdido grandes cosas.
Entonces, ¿cómo puedes vencer este miedo?
Pasos pequeños para largas distancias
Vale. Ya tienes claro que quieres ser, qué se yo, mecánico. Siempre se te ha dado bien y se te pasan las horas muertas arreglando cosas. Cuando lo consigues te sientes pleno y los demás alaban lo bien que se te da. Crees que una opción estupenda de vida sería tener tu propio taller. Podrías ganarte la vida así y para ti tendría más sentido que tu trabajo actual, aunque te cuesta mucho pensar en cómo hacerlo realidad. Además está la parte en la que renuncias a ciertas cosas para conseguirlo y además podría salir mal, ¿no? Ojalá, cuando tomamos una decisión, se materializase en nuestra puerta al día siguiente como si lo hubiésemos comprado por internet.
Pero también aquí está clave salvadora: las cosas se van construyendo poco a poco, lo que nos da oportunidades estupendas para vencer nuestros miedos.
Empieza por lo más pequeño de todo. Averigua qué se necesita para trabajar como mecánico. Más pequeño todavía: marca en tu agenda un momento para enterarte. Anota ese pequeñísimo paso en tu cuaderno como el primero de todos. Si notas que el temor se pone en marcha, da un pasito más. Quizá puedas hablar con alguien que ya lo sea y ver cómo lo hizo la otra persona. Puede que te transmita más ilusión que miedo y un “si yo he podido, ¿por qué tú no?”.
Ve arrojando más luz con las preguntas adecuadas: ¿cuánto tiempo me llevaría?, ¿tendré que invertir dinero?, ¿cómo podría conseguir más experiencia?, ¿podría ponerme a ello ahora mismo?
Este ejemplo nos habla en concreto de un futuro profesional, pero podemos aplicarlo a otras situaciones como decidir ser padre, mudarse o continuar o romper con una pareja. La clave es que, cuánta más luz haya, menos miedo y oscuridad.
A medida que las cosas vayan sucediendo aprenderemos a manejarlo mejor. Seguiremos cambiando y comprendiendo en qué se basa nuestra brújula interna y cuándo el miedo tiene sentido y cuándo no.
Para sentirnos más orientados en nuestra propia vida a veces solo necesitamos pequeños cambios y otras, grandes revoluciones. Pero incluso estas tomarán forma poco a poco.
Siempre añadimos, porque creemos en ello, que no tienes por qué hacerlo solo. Si llevas un tiempo atascado y nos sabes por dónde empezar de verdad, puedes acudir a un profesional, a tu familia o a tus amigos. Date esa oportunidad para generar cada vez más oportunidades.
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá.
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