¡No puedo contigo! – Algunos consejos para padres que se sienten superados
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Si, en general, la convivencia es difícil añadamos niños a la ecuación. A veces estas pequeñas criaturas dulces y amorosas se transforman en bestias salvajes, capaces de mantener una rabieta durante horas, saltar desde la estantería o rompernos los tímpanos con sus chillidos.
Incluso los niños más tranquilos, más autónomos y mejor educados pueden sacarnos de nuestras casillas en algún momento. ¿Por qué? Pues porque forma parte de su desarrollo normal. Todo niño necesita aprender a frustrarse, reclamar su espacio y averiguar dónde están los límites.
Sin embargo, no a todos los padres les resulta fácil no perder los nervios. Seguramente conozcamos esa horrible sensación de haber perdido el control y la batalla. Después suele venir la culpa y el no sé cómo afrontar esto.
Por supuesto, esto tiene que ver con quiénes somos nosotros. ¿Qué carácter tenemos?, ¿somos pacientes o impacientes?, ¿nos es fácil llegar a acuerdos o apostamos por nuestra propia manera de hacer las cosas?.
Otra pregunta importante es qué sentimos cuando nuestros hijos se portan mal o no siguen nuestro ritmo. No reaccionaremos igual si pensamos que quieren fastidiarnos, sublevarse y arruinar el día, que si solamente vemos a un niño portándose como un niño.
De estas dos claves surge la realidad:
Todos los niños tienen la tarea de diferenciarse de sus padres y hacer surgir su personalidad. Esto significa que no siempre serán dóciles y obedientes. A veces probarán dónde están los límites de lo que pueden hacer y lo que no. Si reaccionamos ante esto tomándonoslo como algo personal o sintiéndonos heridos no tendremos la distancia necesaria para afrontarlo con calma.
Nadie nos pide que seamos perfectos. Lo que sí se nos pide es que nos preguntemos cosas, que aprendamos y que cambiemos la culpa por el entendimiento. Cada uno educará desde quién es y tendrá muchas cosas que aportar a sus hijos. Pero es cierto que la paciencia y el propósito de enseñar frente a reñir o castigar nos ayudarán mucho.
Por eso, la próxima vez que el nene esté llorando y tirándonos del jersey porque no queremos comprarle un juguete pensemos que está aprendiendo qué significa ver sus deseos frustrados. También es un buen momento para enseñarles cómo salir de una rabieta. Con calma y paciencia podemos indicarle que cuando deje de llorar hacer algo juntos. Será raro que reaccionen al instante. Tienen que comprender cómo funciona y practicar. No debemos esperar que consigan instantáneamente lo que a nosotros nos llevó años.
Ahora os proponemos repasar algunas situaciones que tienden a desquiciarnos:
LA FASE DEL NO
En torno a los dos años de edad los niños entran en lo que llamamos fase de Autoafirmación. Poco a poco toma conciencia de sí mismo, diferenciándose como individuo. Quiere hacer valer su voluntad y se reafirma oponiéndose a todo.
Si nos mantenemos firmes y utilizamos órdenes rotundas, lo más probable es que acabemos con una rabieta. Podemos conseguir que los niños obedezcan sin enfrentarnos a ellos. Una opción es mostrarles alternativas para que ellos mismos decidan. Así siguen progresando en la tarea de autoafirmarse.
¿Y POR QUÉ…?
Todos hemos respondido alguna vez las constantes preguntas de los más pequeños. A menudo una lleva a otra y acaban rápidamente con nuestra paciencia. Los niños comienzan a descubrir el mundo y se preguntan por él. Acuden a nosotros en busca de información. ¿Por qué llueve? ¿Y por qué moja? ¿Y de dónde sale el agua?
Una idea muy sencilla que puede ayudarnos es la de devolverles algunas de esas preguntas con un ¿tú por qué crees que? SI lo hacemos con todas les irritaríamos, pero con algunas podemos ayudarles a reflexionar y estarán encantados de dar su opinión.
También podemos conseguir alguno de los muchos libros que existen en el mercado infantil que explican el porqué de las cosas. Después podemos pedirles que nos cuenten algo de lo que han aprendido o recurrir juntos a él cuando surja la pregunta.
¿REMOLONEANDO O DESOBEDECIENDO?
Los niños tienen un ritmo diferente al nuestro. Su percepción del tiempo no es precisa y suelen necesitar recordatorios de que va pasando y, por ejemplo, se acerca la hora de irse o de bañarse.
Una cosa es que se distraiga, no haga las cosas a la primera, que le dejar de hacer algo que le guste, etc. y otra es que nos reten, rompan cosas o se porten claramente mal.
En el primer caso podemos animarlos a hacer lo que les hemos pedido, elogiarlos cuando comiencen a cumplirlo o avisarles con antelación del tiempo que queda para que tengamos que irnos.
Si están desobedeciendo hay otras formas de incentivar a los niños para que se porten bien y estén orgullosos de hacerlo. En un próximo post os daremos algunas ideas muy eficaces para conseguir que los más pequeños se porten bien. ¡Estad atentos!
Como siempre os recordamos, si pensáis que algo se sale de la normalidad hablad de lo que os preocupa con un profesional.
Nosotras estamos a vuestra disposición en clavepsicologia@gmail.com para cualquier consulta.
Elena Sánchez-Porro Frías (CL-03770) e Irene Albert Cebriá (CL-03674).
¡Feliz Semana!
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