¿Por qué mi hijo se comporta como un tirano?
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El Síndrome del Emperador o Niño Tirano es un trastorno del comportamiento que afecta a niños y adolescentes y que hace sufrir especialmente a las familias.
Javier Urra, en su libro de 2006 “El pequeño dictador”, ponía de manifiesto este problema, sacando a la luz la difícil realidad de los niños que agreden a sus padres. Un problema que convive con la vergüenza de estos y los sentimientos ambivalentes respecto a los hijos.
Este trastorno aparece durante la niñez o adolescencia de los hijos, que manifiestan una conducta física y/o verbal agresiva contra sus padres. No se atienen a normas en casa, no colaboran y desprecian el trabajo de los demás, siendo muy egocéntricos y egoístas. Al tiempo, son niños con una baja autoestima y una baja tolerancia a la frustración. Incapaces de ponerse en el lugar del otro, hacen su voluntad y no se pliegan antes las demandas normales que operan en las familias. Responden a la frustración con insultos, gritos y rabietas, cuestionando siempre la autoridad.
Desde su punto de vista, los demás están ahí para cumplir sus deseos, que son lo más importante. No queda espacio para la empatía, la culpa o la compasión y viven permanentemente insatisfechos.
¿POR QUÉ?
Como la mayoría de la mayoría de los problemas, no tiene una única causa.
Por un lado, hay situaciones familiares que pueden hacer que el trastorno aparezca. Las familias en las que la autoridad de un padre es cuestionada por el otro, por ejemplo. No seguir una línea clara en la educación de los hijos siempre pasa factura porque la autoridad se deteriora: el niño deja de saber cuándo vamos en serio y cuándo no.
Los niños sobreprotegidos, a los que les pedimos pocas responsabilidades adecuadas a su edad, que están lejos de saber lo que significa el esfuerzo o compartir, tienden a ser más egoístas y a ejercer más control sobre los padres.
Sus causas no tienen solamente que ver con el estilo educativo, sino que son un conjunto de cosas.
¿QUÉ PUEDO HACER PARA EVITARLO?
Proporcionar estructura y normas a los niños es vital para su correcto desarrollo. Que las cuestionen y las pongan aprueba entra dentro de la normalidad, pero siempre dentro de unos límites. Siempre que prevalezca el respeto y veamos que consiguen ir haciéndole frente a la frustración podemos decir que vamos por buen camino.
En el caso de que consideremos que las cosas ya se han torcido y deseemos salir de esta situación, hay algunos puntos que podemos aplicar
-Buscar el consenso entre las personas que educan y tener una línea clara que nos oriente. Si hay opiniones contrapuestas es mejor que se posponga el hablarlo y se haga en intimidad.
-Trabajar la empatía fuera de las normas de casa: si observamos que nuestro hijo es incapaz de ponerse en el lugar del otro debemos trabajar en ello con lecturas, películas, haciéndole preguntas sobre qué cree él que siente el otro. Debemos hacer esto en momentos lúdicos, no cuando hablamos de sus tareas o de las normas de casa. En estas situaciones no sirve de nada pedirle que se ponga en nuestro lugar.
-Responder desde la calma: los niños aprenden de lo que hacemos y no de lo que les decimos, así que a la hora de comunicarnos con ellos debemos mantener la calma, la paciencia y un tono de voz adecuado. Si gritamos y nos enfadamos “validamos” ese comportamiento en el niño y no nos beneficia nada.
Si aceptamos que tenemos un problema y buscamos verdaderamente sentar las bases para que todo vaya mejor, podremos, poco a poco, hacernos de nuevo con el niño y empezar a disfrutar de él.
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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