La mantis religiosa debe su nombre a sus prominentes patas delanteras, que están dobladas y juntas en un ángulo que recuerda a la posición de oración. A pesar de su nombre, estos fascinantes insectos son unos fantásticos depredadores.
La mantis religiosa despega y aterriza en menos de una décima de segundo, es más rápida que el parpadeo del ojo humano. Además, durante el salto, su cuerpo rota en el aire 2,5 veces por segundo sin perder ni un milímetro de precisión, nunca falla. Su cabeza triangular se alza en lo alto de un estirado cuello, que de hecho es un tórax alargado. Las mantis pueden girar la cabeza 180 grados para escudriñar los alrededores con sus dos grandes ojos compuestos y tres simples situados entre ellos.
Suele ser verde o parda y se camufla muy bien entre las plantas, acecha pacientemente a sus presas que no se la esperan. En esta ocasión se prepara para dar caza a una cigarra que no la ve venir.
Famosa por su infame conducta amatoria de la hembra adulta, que en ocasiones se come a su pareja justo después del apareamiento, e incluso durante. A pesar de ello, los machos no rehuyen la oportunidad de reproducirse.
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