Los celos son un sentimiento caracterizado por la creencia de que las personas que amamos no nos corresponden, o que no lo hacen con la intensidad o la frecuencia que nosotros queremos o necesitamos. Éstos son una vivencia subjetiva, lo que significa que no tienen por qué ser el resultado de una situación real, pero se experimentan igual que si lo fuera.
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Aunque hay otras circunstancias en las que pueden aparecer los celos infantiles, el nacimiento de un hermano suele desencadenar casi siempre una reacción de celos. Esto es del todo normal, teniendo en cuenta que el niño, que hasta ahora disfrutaba de un vínculo en exclusiva con sus padres, tendrá que compartir el tiempo dedicado y la atención. Experimentan además sentimientos contradictorios y les cuesta integrar la parte buena y la mala de tener un hermanito. A veces pueden sentir deseos de agredirlos y se sorprenden y preocupan, identificándolo rápidamente con ser malos, lo que los lleva a sentirse culpables.
Algunos de los signos de que nuestros hijos pueden tener celos son:
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o Infelicidad y frustración, lloran frecuentemente y cambian de humor sin motivo aparente.
o Expresan que no se les quiere, temen que se les abandone o que el hermano sea el preferido de los padres.
o Dejan de comer alimentos que antes sí comían, se hacen de nuevo pipí en la cama, tienen dolor de estómago, vomitan.
o Hablan imitando al bebé.
o Demandan más abrazos, más caricias y se alteran cuando los padres se van.
o Tienen problemas para conciliar el sueño, tienen pesadillas, se despiertan durante la noche o piden dormir con los padres en la cama.
o Desafían a los padres, los abuelos o los profesores. Les cuesta obedecer o seguir rutinas que antes sí tenían adquiridas.
o Rompen cosas, agreden al hermano o a compañeros de clase.
Podemos decir que, en general, regresan a conductas más infantiles que ya tenían superadas.
Para poder afrontar este reto con tranquilidad, paciencia y sin agravar el problema debemos recordar que son manifestaciones de malestar interno. Lejos de hacerlo por fastidiar, lidian con un sentimiento negativo como mejor pueden, teniendo en cuenta su edad y sus circunstancias. Hay niños que por sus características personales son más propensos a pasarlo mal con la llegada de un hermanito. Son aquellos niños a los que no les gustan los cambios, muy sensibles, detallistas… Esta dificultad será mayor si, por su edad, no son capaces de expresar estos sentimientos verbalmente.
Lo lógico es que pasado un tiempo se produzca un reajuste en la situación, acepten el hecho de compartir a sus papás con el recién llegado. Esto se deberá sobre todo a que recuperan su lugar o en el mundo o lo que es lo mismo, su lugar en la familia, y se sienten de nuevo seguros y confiados. Si este ajuste no llega y el niño está sufriendo y la dinámica familiar cambiando será aconsejable visitar a un especialista.
Algunas recomendaciones:
o Concederles un tiempo, aunque sea pequeño, sólo para ellos. Un paseo por la tarde, leer un cuento antes de dormir, etc.
o Pedirles que nos ayuden con algunas tareas de la casa. Si les damos responsabilidades acordes a su edad y los felicitamos cuando las cumplen se sentirán queridos y valorados.
o Recordarles las cosas que pueden hacer “por ser mayores”: acostarse más tarde, sentarse en la silla y no en la trona, vestirse solos…
o Implicarlos en el cuidado del bebé en momentos placenteros y decirles que confiamos en ellos, que lo hacen muy bien y que nos ayudan mucho.
o En las situaciones en las que su frustración les haga ponerse agresivos, ignorar las conductas, esperar a que cesen y luego hablar con ellos.
o Evitar las comparaciones entre hermanos y también los comentarios que anticipen situaciones como “ahora vas a tener que compartir con tu hermano”.
o Sin saturarles, explicarles cómo cuando sus hermanos crezcan podrán jugar con ellos y pasarlo bien.
o Recordarles las muchas cosas que hacen bien, que son muy queridos y especiales.
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