Isla Plana y su isla mágica

Por Barbireando

Cuando me propusieron en mis #roadtrip ir a Isla Plana por primera vez, me pregunté, por dónde quedará ese lugar…. Así que me puse a investigar dónde me llevaría el aire esta vez y descubrí que Murcia era la provincia.

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Llego a Cartagena desde Madrid y desde ahí, el navegador me desvía por carreteras secundarias y me veo inmersa en un puerto que me lleva a la bahía de Mazarrón. Desde el primer momento que mis ojos ven ese paisaje, siento que ya he encontrado un lugar donde volveré y volveré. Me dejo embelesar por tan maravillosa estampa en la que se une tierra y mar.

Isla Plana es una isla y una localidad del municipio de Cartagena .Es una población que se encuentra escondida entre La Azohia y Mazarrón. Un litoral costero muy recortado, con entrantes y salientes, del que destaca una pequeña isla de perfil plano que da nombre a la localidad. Lo cierto es que a lo largo de la historia ha mantenido algún tipo de asentamiento, aunque haya sido muy temporal. Es más que posible que la isla estuviera unida a la costa en tiempos pasados, ya que solo dista de la orilla unos 40 metros. En ella se han encontrado restos cerámicos de la época romana, por eso, toda ella está catalogada como yacimiento arqueológico. No en vano, frente a Isla Plana, se encuentra una domus romana puesta en valor. De época más actual también se conservan restos de construcciones que servían a los pescadores como refugio.

Hay que destacar Los baños de la Marrana, que datan de los siglos IX y X. Cuenta la tradición que una cerda (marrana) que padecía reuma y que andaba con muchas dificultades, se acercaba con mucho esfuerzo a un determinado lugar de la orilla de la playa de Los Barcos, donde se revolcaba en las aguas calientes que manaban en el lugar. Transcurrido algún tiempo el animal quedó completamente curado. Estos baños fueron abiertos al público el 2 de mayo de 1901 por el Doctor Vera. Los baños constan de dos fases constructivas: una de finales del siglo XIX y principios del XX y otra posterior a la Guerra Civil, en la que se construyeron unas bañeras y tabiques internos. Los baños termales de Isla Plana, fueron abandonados a mediados del siglo XX.
Este espacio de experiencia y abundancia te atrapa y te atrapa mucho. Porque la energía que tiene el agua (ya podéis imaginaros después de leer lo anterior) y la luz, es algo que se queda grabado en la memoria en los recuerdos imborrables.

¿Habéis tenido alguna vez la sensación de que estáis en el lugar que tenéis que estar, que el tiempo se para y que esa slowlife que tanto buscabais aparece en cada rincón de ese lugar?. La energía del agua es algo que diferencia a este lugar, porque esa energía se nota en el ambiente, se nota en los amaneceres, en los atardeceres en los cuales te pierdes, en su gente que se convierten en familia, en un tiempo tan ideal, en los productos tan excelentes que desprende la tierra y el mar… Sin duda, este lugar enamora porque sigue anclado en su tiempo y sobre todo, porque está alejado del bullicio costero del turismo, que para mi opinión es un punto muy favorable.
Por eso, cuando llego, lo primero que hago es darme un paseo desde la Ermita de Nuestra Señora de la Concepción hasta la zona de Los Baños de la Marrana y me dejo embelesar por el espacio y por la luz. Me empiezan a entrar ganas de tomarme una cerveza en el local social y así empieza mi primera toma de contacto con este lugar, en una terraza con un escenario único y privilegiado al lado del mar, en la “Cala de la Caleta”.

Se me empieza a abrir el apetito y me acerco a ver a mi amigo Cristóbal y sus “Cosicas” en el Restaurante La Chara, un templo que lleva más de 50 años en pie. Perteneció a su madre, que era el alma mater de este lugar, en el que fluyen la pasión y el alma en el asado de lubina salvaje, en su tomatico bueno, en sus arroces, sus almejas con piñones… Todo esto siempre acompañado del buen servicio de Cristóbal y de su mujer María José, que forman el tándem perfecto llevando su imagen de marca a todos los comensales que disfrutamos de este “ratico” en este templo del buen manjar.

Y ya con el estómago lleno y con un sabor de boca que me maravilla, dejo que mis pies me lleven unos metros a otro templo, el de la dulzura en Helados Artesanos Venecia. Me declaro fan incondicional de los helados. Y madre del amor hermoso qué helados!!… Estos son de los verdaderos. un templo del Ice – Cream capitaneado por el matrimonio Andrés Sánchez Cabrera y su mujer Carmen, unos maestros artesanos. Ahí descubro sabores nuevo como el helado de torrija, de kinder, de pistachos, de nube, de Ferrero Rocher y el que me enamora, el de turrón.  

Después de esto hay que caminar un poco así que me dejo deleitar por otro paseo hasta llegar a mi cala!. Sí, es mi cala y no se hable más. Así lo he decidido desde el primer día que la pise. Es el lugar donde me encanta bañarme y bañarme, que yo soy una pececilla, soy de agua y esa agua es muy especial. Es una cala donde el color azul es infinito, de una cristalinidad en la cual me pierdo. Y allí está El Chiringuito de la Medusa Chula, donde al finalizar la tarde, después de haber conseguido toda la Power Energy necesaria, caen unas cervecitas fresquitas al lado del mar.

Después de ducharme y alicatarme hay que ir a disfrutar de la experiencia en La Freiduría – Pescadería de Isla Plana que regentan Antonio y Emilia. Con una carta que es maravillosa, toda basada en el producto de la bahía. Mi paladar degusta las sardinas con un bocado que es único, boquerones a la plancha, mejillones al vapor, atún de la almadraba que está cerca de La Azohia… Y todo regado con un buen vino blanco que me acompaña.

Ahora solo falta que vayáis al #probandoprobando y disfrutéis de esta maravillosa experiencia. Nos vemos la semana que viene!!!

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