Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido la sensación de no pertenecer a ningún sitio, de no encontrar nuestro lugar. Y no me refiero solo a un lugar físico sino a cualquier situación que nos rodee. Muchos nos hemos preguntado alguna vez: ¿es esto lo que quiero para mí?. Y esta pregunta la podríamos extrapolar a cualquier ámbito de nuestra vida, ya sea el mundo académico, laboral, las relaciones sentimentales, la familia, las amistades o incluso el lugar en el que vivimos. La vida son etapas, y perderse es una más de ellas. Y diría que es incluso necesario para nuestro crecimiento personal, ya que si nos perdemos es porque no nos conocemos bien y necesitamos ese empujón para atrevernos a hacerlo.
Conocerse a uno mismo no es fácil. Aceptarse a uno mismo es, a mi parecer, la tarea más difícil. En una conversación con un amigo, coincidimos en que aceptar era sinónimo de resignarse, y resignarse no es más que el verbo positivo de fracasar.
Nos cuesta aceptar aquello que no nos gusta. Nos da miedo ver la parte oscura que todos tenemos. Y huimos, sí. Corremos en sentido contrario de todos los pasos que tenemos que dar y al echar la vista atrás, ya no vemos el camino. Estamos perdidos.
De ahí, que existan dos tipos de personas: los que deciden conocerse y aceptarse y así, de algún modo, encontrar su lugar, y los que se quedan donde están, mirando hacia afuera sin pasar primero por ellos mismos.
Conoce a tu adversario
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Siempre se habla de conocer bien a aquellos que nos rodean, pero poco de la importancia que tiene conocerse a uno mismo. En ciertos momentos, ya sea un juego o un ámbito que lo requiera como puede serlo un negocio, es crucial conocer a tu adversario, pero el hecho de fijarse de forma recurrente, y no puntual, en el prójimo, puede que nos aleje de la oportunidad de conocer quiénes somos en realidad. No me gustaría generalizar, pero sí es cierto que, en muchas ocasiones, aquellos que deciden huir de sí mismos son aquellos que más juzgan a los demás, llegando a culpar al resto, sin motivo alguno, de aquello que ellos mismos hacen.
Todos juzgamos o hemos juzgado alguna vez a alguien, pero, ¿cuántas veces nos hemos juzgado a nosotros mismos? Y es que no nos damos cuenta de que aquello que juzgamos refleja lo que somos: “lo que vemos en los demás no es más que el reflejo de nosotros mismos.” Aunque, a veces, no somos capaces de conocernos si no lo exteriorizamos y lo reflejamos en alguien, las que yo llamo “personas espejo”. Personas capaces de transmitirnos todo aquello que nos define y que no logramos ver.
Hay dos novelas que se han llevado al cine y que describen de forma distinta cómo algunas personas nos hacen llegar al autoconocimiento: Desayuno con diamantes de Truman Capote protagonizada por Audrey Hepburn, y la novela autobiográfica Come, Reza, Ama de Elizabeth Gilbert con Julia Roberts como protagonista. Ambas representan a dos mujeres que deciden escapar de sus vidas.
Lo que las diferencia, dada la perspectiva desde la cual las ejemplifico, es que la protagonista de Capote decide esconder quién es realmente porque es incapaz de aceptarse, llegando a cambiarse el nombre y a actuar de forma superficial, huyendo incluso de cualquier sentimiento que la aleje de su objetivo: casarse con un hombre adinerado para evadirse de su propia condición social. Por otro lado, Liz, no huye por miedo a conocerse a sí misma sino, por el contrario, para encontrar su razón de ser y saber qué es lo que realmente quiere en la vida. La protagonista decide romper su matrimonio y su vida repleta de convencionalismos para ir en busca de algo que la haga sentir viva de nuevo.
Ambas encuentran a sus espejos, personas que las ayudan a conocerse y, por consiguiente, a mejorarse a sí mismas. En el caso de Holly Golightly, nombre que utiliza la protagonista para esconder a su verdadero yo, Lula Mae, conoce a un escritor, Paul Varjak, quien a través de su persona le ayuda reconocerse y, finalmente, a aceptar quién es en realidad. La joven de Texas encuentra en Paul su reflejo: “Te defines a ti misma como un espíritu libre, como una “cosa salvaje”, y estás aterrorizada de que alguien vaya a meterte en una jaula. Bien cariño, tú ya estás en una jaula. La construiste tú misma. Porque no importa hacia dónde corras, pues siempre acabarás tropezando contigo misma”.
Durante esta conversación en el taxi antes de que Holly viaje a Brasil a reunirse con el que será su futuro marido, el escritor la desafía constantemente diciéndole todo aquello que esta no quiere escuchar hasta que finalmente consigue desempañar su yo más profundo a base de aserciones incómodas que causan en la protagonista una aceptación de ella misma y del mundo que la rodea.
Por otra parte, Liz Gilbert, se encuentra durante sus viajes a varias personas que le revelan información sobre su persona que, la propia Liz, desconocía. Incluso en uno de los encuentros con el que sería su pareja antes de partir, Gilbert hace referencia a cómo las personas reflejan aspectos de los que no somos conscientes hasta que alguien no los saca a relucir: “Es desconcertante que un desconocido vea como eres con mayor claridad que tú mismo.”
Durante su viaje, la protagonista no solo conoce a gente que la entiende y la acepta, sino que también hay personas que la retan. Como es el caso de Richard, quien ahonda en las partes que más le duelen a Liz y la empuja a seguir, haciéndole ver la parte positiva de su desorientación: “Si quieres llegar al castillo, tendrás que cruzar el foso.” Ambas actitudes ajenas proyectan en ella la luz que la conduce hacia ella misma.
En alguna ocasión, durante nuestro camino, perdemos el norte. Cualquier dirección nos parece buena y ninguna al mismo tiempo. No sabemos qué hacer. Nos cuesta elegir. Nos cuesta ser. Por eso tenemos que encontrar a nuestros espejos. Espejos únicos que encuentran nortes. Nuestro norte. Rodearse de personas que nos hagan ver no solo lo mejor, sino también lo peor de nosotros mismos. Al fin y al cabo, somos lo que causamos en los demás. Nada nos define mejor. Lo que hay que procurar es que nuestro efecto en los demás sea lo más claro posible. Cuanto mejor nos veamos reflejados, mayor autoconocimiento poseeremos y cuanto más nos conozcamos, más podremos aportar al resto. Perderse es un regalo disfrazado de preguntas que solo resolveremos si decidimos andar. Pues nadie avanza quedándose parado.
15 Comentarios
Qué post más chulo!
Muchas gracias David por tu comentario sobre mi artículo 🙂
Muy buena reflexión
¡Muchísimas Gracias Amanda!
Muy interesante! Lectura muy recomendable la de este articulo
¡Muchísimas gracias por tu comentario!
Me encanta!! Un post para parar y reflexionar.
Un abrazo,
Celeste
¡Muchas gracias Celeste!
Qué bonito, lo comparto. Sé de alguien que le va a venir genial leerlo.
Un saludo!!
Karime
¡Muchas gracias Karime por tu comentario!
Totalmente de acuerdo.
¡Gracias Fabydufit!
Muy buena reflexión, me gusta eso de mujeres que huyen de sus vidas…
¡Muchas gracias!
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