El #barbireando y su #roadtrip de hoy se mete en una máquina del tiempo y como buena amante de las historias, se teletransporta al Siglo XV a Belmonte en Cuenca, nada más y nada menos que a la época del intrigante Don Juan de Pacheco , primer Marqués de Villena y tercer Señor de Belmonte.
En casa de Jean Pineau en Elciego
Don Juan, mandó eregir sobre una colina un Castillo en mayúsculas, de estilo gótico-múdejar que sería no sólo un poderosísimo fortín manchego, sino su morada más querida. Además labró y edificó de nuevo la Colegiata de San Bartolomé, a la que otorgaría tratamiento catedralicio. A sus pies se fueron apostando un reguero de callejuelas estrechas de muros blancos y empinadas cuestas del que fue, es y será uno de los pueblos más bonitos de Castilla – La Mancha .
Belmonte cuenta con un centro histórico gobernado por la monumentalidad y un delicado equilibrio urbano donde predomina el color blanco. Un emplazamiento que ofrece grandes experiencias que vivir alrededor de sus gruesas murallas medievales. Cuando las franqueo, a través de distintas puertas tan maravillosas como la de Almundi, empiezo a ascender en ese laberinto de callejuelas. Mis pies me llevan y mis sentidos se pierden a través de grandes fachadas, ventanales protegidos por rejas, plazas maravillosas o buscando la casa natal de Fray Luis de Leon.
Sigo ascendiendo para llegar a un lugar mágico, la zona más alta de Belmonte, donde se encuentra la Colegiata de San Bartolomé y al lado el Palacio del Infante Don Juan Manuel… El que será mi refugio durante dos dias y que a día de hoy es un Hotel – Spa de 4 Estrellas.
El alcázar del Siglo XIV lo mandó construir el Infante Don juan Manuel para ser una Venta Del Quijote que diera hospedaje a los viajeros de la ruta. Allí nació Juan Pacheco, Marqués de Villena y valido del Rey Enrique IV. El hotel se erige sobre restos arqueológicos.
Una servidora, desde el momento que entra por la puerta, no puede parar de disfrutar de tanta magia y, sobre todo, de la luz de este lugar, una luz muy especial que se me quedará grabada para siempre.
Todo gira en torno a un claustro, donde la luz es su eje principal. Entra a raudales y proyecta toques maravillosos a través de su bóveda y, alrededor de él, las habitaciones, sobrias y con una calma monacal… Son espacios planteados para esa filosofía que tanto practico: el #slowlife.
Cuando ya he visto todas las piedras y descubierto los restos del convento de Monjas Dominicanas que se levantaron en el siglo XV, salgo a disfrutar del jardín y de su maravillosa piscina con unas vistas del castillo que te quitan el sentido.
De ahí, mi cuerpo y mente se dejan llevar al Spa, donde me quedo como nueva pero, sobre todo, me abre el apetito para descubrir una experiencia gastronómica en su Restaurante Los Alarifes. ¿Y quiénes eran Los Alarifes?, maestros de obra Andalusies que construyeron los muros donde se ubica el hotel. El equipo de cocina del restaurante se inspira en la maestría de esos constructores. Preparan platos que dejen huella en sus clientes, basándose en materia prima de la region y acercando la cocina tradicional manchega a la nuevas tendencias. Aquí, el producto y el servicio son los ingredientes perfectos para “comer como una marquesa y dormir como una monja”.
Hasta la semana que viene
Besotes y buen día
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