Por Vanessa Pragassam
Abierto hace poco más de un año, este pequeño bistró con aire afrancesado situado en Don Ramón de la Cruz 26, se ha convertido en el lugar perfecto para todo tipo de reuniones: informales, basadas en el picoteo, para el brunch del domingo o un gin&tonic afterwork.
Lo primero que sorprende de El Patio del Fisgón es su fachada, casi pasa desapercibida, no parece que detrás de esos muros se esconda un restaurante con tanto encanto.
Creado por el arquitecto Álvaro Oliver Bultó, nos recibe un salón con una barra central, en torno a la cual, sus mesas altas con taburetes son perfectas para compartir cualquier plato pero, si curioseamos un poco veremos que el secreto reside en su interior: un patio acristalado con barra propia, chimenea para el invierno, un jardín lateral y una mezcla de culturas que se ve reflejada en los diferentes muebles traídos desde París, con mesas y sillas Sasha o Marruecos, que con sus lámparas colgantes dan una iluminación de lo más interesante y acogedora.
La última zona de esto curioso lugar se llama El Clandestino… Un reservado con capacidad hasta 12 personas, donde se puede comer como si uno estuviera en su casa con un menú predeterminado que cruza los mejores platos de la carta, aunque pueden hacer una propuesta a medida para nosotros.
Con ambiente joven, moderno y cuidado como su estética… Con una carta de mercado variada y muy urbana con fusiones internacionales, mexicanas e, incluso, japonesas, busca satisfacer a todos los gustos y sobretodo los bolsillos: desde la clásica ensaladilla rusa, pasando por las croquetas tradicionales o los rollitos crujientes de pato, todo ello para compartir, hasta la hamburguesa fisgón con patatas o los chipirones encebollados. Ninguno de sus platos os dejará indiferente.
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