Reflexión dirigida al conocimiento de uno mismo
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Si te pones delante de un espejo, ¿qué ves? Lo que verás será tu cuerpo, quizás si te detienes unos segundos más, serás capaz de percibir una expresión emocional: alegría, serenidad, tristeza… Pero intenta ir más allá. Se dice que los ojos son el espejo del alma. Míralos, ¿sabes leer lo que dicen los tuyos? ¿Conoces realmente lo que hay en tu interior?.
Hoy os queremos acercar y explicar lo que es el efecto espejo como una postura reflexiva hacia el conocimiento interior de uno mismo.
El ritmo de vida frenético nos complica el hecho de reflexionar sobre nosotros y conocernos realmente. Sin embargo pensamos que sí nos conocemos. Un ejemplo claro de que no es así es cuando nos sorprendemos al escuchar a los demás hablar de nosotros y observar que esto no coincide con la imagen que tenemos de nosotros mismos. ¿Qué ven ellos que no vemos nosotros?. ¿Cómo somos entonces?.
El efecto espejo es una herramienta muy útil de autodescubrimiento. Este efecto hace referencia a que todo lo que nos rodea refleja lo que somos. Padres, hijos, amigos… todos ellos ponen en relieve aspectos de nuestra forma de ser; tanto las personas que queremos y con las que nos sentimos bien, como aquellas que no nos caen tan bien y que incluso nos sacan de nuestras casillas, todas ellas son nuestro espejo.
Lo cierto es que tenemos un gran número de virtudes y defectos y solo somos conscientes de unos pocos, mientras que el resto están en nuestro inconsciente y que sin darnos cuenta los proyectamos en las demás personas con las que estamos en contacto.
Nos gustan aquellas personas que tienen rasgos similares a los nuestros y al estar junto a ellas nos sentimos bien para expresar esas mismas cualidades. Piensa en tu mejor amigo, esa persona con la que te sientes muy bien en su compañía. ¿Qué tiene esa persona que te hace sentir tan bien?. Cuanto mejor te hagan sentir esas cualidades que tu amigo tiene, en mayor grado están en ti.
En cambio, en la relación con otras personas, nos alteramos con facilidad y desearíamos alejarlas de nosotros. La realidad es que esos rasgos que no nos gustan y que tanto nos afectan de esas personas, están en cierta medida en nosotros mismos, reprimidas en el inconsciente, ya sea por cumplir un modelo social, ajustarnos al ideal de persona que tenemos, etc. Si nos sentimos muy mal con alguien, ese malestar nos está diciendo que tenemos mucha necesidad de cambiar ese aspecto que está en nuestro inconsciente y tanto nos altera en la otra persona. Cuanto peor nos sintamos, mas necesidad hay de cambiar.
En ambos casos es importante prestar atención a nuestras emociones porque van a actuar como un scanner que nos va a decir cómo somos realmente.
Ahora, os preguntareis ¿Cuál es el proceso para trabajar en esto?. ¿Cómo puedo conocerme mejor?.
El primer paso es partir del principio de que hay ciertos rasgos que vemos y criticamos en los demás, que son nuestros. Generalmente ponemos barreras al aceptar que la cobardía o prepotencia de otro es mía. Cuanto más claro lo veamos en el otro, y peor nos haga sentir, más difícil será verlo en nosotros.
Posteriormente debemos adoptar una actitud humilde y voluntariosa y cada vez que algo de otra persona nos haga sentir mal o nos altere, preguntarnos: “¿Qué ocurre con esta emoción?”… “¿A que puede deberse?”…
A través de la reflexión, meditación (o cualquier método similar), con tiempo y grandes dosis de paciencia, lograremos encontrar la causa y conectarnos con nuestro interior, aceptando esos rasgos que nos molestaban y consiguiendo un equilibrio en nuestra personalidad y por ende en la relación con los demás.
Para finalizar deciros que vernos en el espejo del otro, es vernos de forma completa, pero necesitamos aceptar todos los aspectos que hay en nosotros. Los negativos no nos hacen imperfectos, simplemente nos ofrecen oportunidades de mejora. Os animamos a ponerlo en práctica y dejar de intentar cambiar a los demás. Cambiemos nosotros para poder ver cambios sorprendentes en el tiempo.
Psicología CLAVE: Elena Sánchez-Porro e Irene Albert.
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