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Lógicamente, las reuniones con familiares a los que no apreciamos mucho o con los que hay conflictos abiertos el resto del año pueden hacer que nuestra tensión suba como el champán de los postres.
En resumen, no todas las noches son de paz y amor durante las fiestas. Desde Psicología Clave queremos ofreceros algunos consejos para llegar vivos a la Noche de Reyes.
Buena parte del estrés que genera esta época del año tiene que ver con las altas expectativas. Si nuestra intención es que todo salga perfecto posiblemente acabaremos decepcionados. Es preferible que nos decidamos cocinar un plato espectacular por primera vez este día, o que probemos a sentar al abuelo junto al novio de la nieta. Pretender que sea una noche mágica o que conflictos que nos afectan día a día se esfumen no es una buena idea.
Sin embargo, si aspiramos a tener una noche lo más agradable posible y nada más, nuestra tensión disminuirá permitiéndonos estar más relajados y disfrutar más.
A menudo las responsabilidades de planificación, el preparar la comida o hacer de anfitrión, recaen sobre una misma persona. Si somos previsores y distribuimos bien el trabajo será más difícil saturarse. Cuando todos aportan algo hay más probabilidades de que funcione.
Piensa en ti: si notas que la situación te supera o que vas a enfrentar un gran enfado no esperes a estallar. Regularse es responsabilidad de uno mismo y puede que, ahí precisamente, encuentres la clave para no sentir que pierdes el control. Reconoce tus señales de alerta y retírate a tiempo algunos minutos.
Recuerda que sólo se trata de una cena: cuando te sientas presionado o fuera de lugar por las circunstancias, aligera ese sentimiento pensando que no durará mucho. El resto del año no tienes que enfrentarte a esto. Esta visión budista del asunto puede ayudarte con las críticas hirientes de los demás o con aquellos “malos tragos” que suponen un reto para ti.
Mantén una distancia cómoda: no por reunirte con gente muy diferente a tí tienes que olvidar o desatender quién eres. Puede que la familia de tu pareja sea muy emotiva y se abrace constantemente pero, si a ti no te va, no tienes porqué acompañarlos de esa manera. Encuentra tu propia forma de estar con los demás, de expresar tu afecto o de dar atención.
Echa una mano: cuando la tensión sube una buena idea para combatirla es prestar ayuda. Ser servicial rompe el mal ambiente y, normalmente, finaliza las discusiones. Pregunta ¿en qué te puedo ayudar? También suele funcionar realizar pequeños servicios que indiquen que te preocupas, como calmar a los niños cuando se estén poniendo pesados, ayudar a retirar la mesa, servir el vino o ayudar a la abuelita a que se sienta cómoda.
Usa el resto de días para descansar y planifica aquello que sí te apetece hacer: aunque debamos cumplir de la mejor forma posible con los compromisos recuerda que estamos hablando de vacaciones. Sin ser especialmente ambiciosos podemos redactar una lista de actividades placenteras que queramos realizar como algún pequeño viaje, un maratón de cine en casa o ver a los amigos que tenemos más lejos. Esto nos ayuda a sentir que no todo nuestro tiempo está ya “sacrificado” y nos mantendrá motivados durante las fiestas.
Sé flexible: siempre se agradece la flexibilidad en los demás, especialmente en estas situaciones. Nadie quiere oír que la cena está fría, pero tampoco nos gusta ver a nuestro anfitrión derrumbarse o encolerizarse por lo mismo. Tomar las cosas de una forma más ligera permite que los pequeños fallos pasen por alto y que el momento fluya.
PSICOLOGÍA CLAVE: Elena Sánchez- Porro Frías (CL-03770) e Irene Albert Cebriá (CL-03674).
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