Trucos sencillos para notar los beneficios en el día a día
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Alguien nos saluda cariñosamente en el supermercado y no podemos parar de preguntarnos quién será. Nos quedamos en blanco al abrir la nevera. Salimos disparados al recordar que hoy debíamos recoger a los niños del cole nosotros. ¿Qué era aquello que debíamos hacer urgentemente en la oficina?
Estas son algunas situaciones cotidianas en las que sentimos que la memoria nos juega una mala pasada.
Es cierto que actualmente depositamos en nuestras agendas y teléfonos el deber de recordar y memorizar. Incluso hemos sustituido la nota manuscrita de toda la vida por mensajes de voz o alertas en el escritorio del ordenador.
Si bien es cierto que la tecnología se ha desarrollado intentando mejorar nuestro rendimiento, pero al entregarles la responsabilidad de recordar por nosotros, nos vamos desentrenando. Así, nuestra memoria se va debilitando como un músculo que no se mueve. Al final, nuestra rutina sufre las consecuencias y nos pasamos el día corriendo para cumplir con todo. También el estudio se ve perjudicado: nos cuesta más concentrarnos y recuperar la información que hemos aprendido.
Desde Psicología Clave queremos proponeros reconectar nuestra atención y fortalecer la memoria para mejorar nuestro día a día.
Pillarlo primero para recordarlo después
Parecerá una tontería recalcarlo pero, para que algo acceda a nuestra memoria, debemos haber estado atentos a ella primero.
La atención, por tanto, es la puerta a la memoria y podemos cuidar de ella con relativa sencillez. Por ejemplo, procurar un buen descanso nocturno, realizar ejercicio moderado y alimentarse bien pueden tener un efecto inmediato sobre nuestra capacidad de atención y de concentración. Usar sencillos ejercicios de atención, como la observación profunda durante un tiempo largo o aquietar la mente con meditación sencilla, pueden ayudarnos mucho.
Volviendo a escribir
Las investigaciones revelan que escribir a mano ayuda a memorizar la información. Esto se debe a que la escritura manual requiere de un tiempo mayor que la mecanográfica, y usamos ese tiempo extra para reflexionar sobre lo que vamos escribiendo. Este ejercicio ayuda a fijar el contenido en nuestra memoria mejor que si estuviéramos escribiendo a ordenador.
De la misma forma, anotar cosas manualmente en pequeños trozos de papel es una práctica que pondrá en forma nuestra memoria porque, ¿quién no recuerda haber escrito una chuleta solo para comprobar haber aprendido el tema en el proceso?
Tira del hilo
Si queremos aumentar la memoria ¿porqué no retomar lo que antes hacíamos sin esfuerzo? Podemos aprender un par de números a los que llamemos frecuentemente. También podríamos memorizar otras cosas sencillas, como claves que tengamos apuntadas o, sin ir más lejos, la lista de la compra o el nombre de algunas personas con las que nos crucemos a diario.
Para ayudarnos podemos usar reglas nemotécnicas, rimas y canciones, como lo hacen los estudiantes.
Lo importante es no rendirse a la primera, relajarse y continuar tirando del hilo. Así veremos como finalmente, el recuerdo acude a nosotros.
Lo de siempre funciona
Podemos apoyarnos en lo tradicional para mejorar nuestra memoria. Los pequeños entretenimientos para los ratos libres del verano en la piscina, como los crucigramas o los sudokus pueden acompañarnos el resto del año. Si dedicamos unos minutos cada día a estimular nuestra atención y nuestra memoria notaremos los resultados muy rápidamente.
Atrevernos con algo nuevo
¿Y si volvemos a estudiar? ¿Qué tal un nuevo idioma? ¿O quizás un nuevo hobby, como tejer, hacer manualidades o caligrafía?
Si asumimos nuevos retos mantendremos el cerebro despierto y seguiremos modificando nuestras conexiones neuronales con la adquisición de nuevos aprendizajes. De la misma forma, disfrutar de momentos de placidez y concentración tendrá un beneficio muy importante en nuestras vidas. ¡Animaos!
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá.
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