El celo entre hermanos- Cómo enfrentarse a este sentimiento normal para que no deje de serlo
Índice de Contenidos
Cuando somos tres en la familia todo parece ir bien: cada uno disfruta de su espacio y los padres tienen mucho tiempo para escuchar y atender a su hijo. Muchos vemos terminarse esta etapa con la llegada de un nuevo hermano.
Al principio, y si el niño tiene una edad suficiente, se vive con mucha alegría y expectación. El niño se imagina que tendrá a alguien con quien jugar y manifiesta su deseo de que llegue cuanto antes. Los padres suelen animarles con preguntas sobre el futuro: ¿le cuidarás?, ¿iremos juntos al parque?.
Como es lógico, las cosas se complican cuando se vuelven reales. El hermanito por fin está en casa pero resulta que no hará otra cosa que comer y dormir. Y además requiere la atención constante de los padres. Por primera vez el niño siente que hay algo tan importante para sus padres como él. Y además lo quiere todo ahora. Los celos son el resultado de sentir que nuestro afecto no es correspondido por las personas que queremos, o que podemos perder su cariño.
Aunque padres y madres suelen preocuparse por estos sentimientos, lo primero que vamos a aclarar es que están dentro de la normalidad. Forman parte del proceso que el niño debe hacer hasta sentirse de nuevo seguro. Poco a poco abandonará el egoísmo y dejará de sentirse el centro del mundo, para comprender que sigue siendo importante y querido.
No conviene centrar los esfuerzos en que no se den, sino afrontarlos con calma. Los padres pueden contribuir a que estos sentimientos se resuelvan más fácilmente.
Algunas manifestaciones típicas de los celos infantiles suelen ser los cambios de humor, las rabietas, la tristeza, lloro frecuente, expresiones como “no me quieres” o “quieres más al hermano”, “odio al bebé”, “me gustaría que se fuera”…
También puede darse un retroceso en el desarrollo: el niño vuelve a tener conductas que ya había superado, como chuparse el dedo, hacerse pis en la cama o devolver la comida. Pueden exigir nuestra compañía o buscar nuestro contacto desesperadamente.
Otros pueden mostrarse desafiantes y retadores con los adultos, poniéndose especialmente tercos o caprichosos. También serán frecuentes los dolores de cabeza o de estómago, el cansancio y el sentimiento de culpa por no estar queriendo al hermano o tener el deseo de hacerle algún daño.
Lo cierto es que, en la infancia, la relación con los hermanos siempre va a tener esta doble cara: hay amor pero también odio, violencia o deseo de imponerse. Con ellos aprendemos a socializarnos y, normalmente, todo se reconduce hacia la amistad y la cooperación mutua.
Para lograrlo, os ofrecemos algunas claves para el manejo de los celos infantiles:
EVITAR/ FAVORECER
Debemos evitar reprender los comportamientos que no queramos diciendo cosas como qué celoso eres, mira qué celos le tienes a tu hermano…Tampoco debemos gritar o descalificar a los niños. Lo más útil es retirar nuestra atención y buscar más tarde una pequeña conversación para que expliquen sus sentimientos, que pueden estar haciéndoles daño aunque no los expresen. Ayudará también manifestar que su ayuda es muy importante, que sabemos que no siempre es fácil, clarificar que les queremos mucho, explicar que antes ellos también eran bebés… Darles un lugar de hermanos mayores, explicando la parte mala pero mencionando lo bueno. Sobre todo, paciencia y comprensión.
JUNTOS
Los pequeños se beneficiarán mucho si guardamos un tiempo que sea sólo para ellos. Un tiempo que no tengan que compartir con el hermano necesariamente. También podremos explicarle que lo haremos al final de la semana, que tendremos un rato para estar juntos y solos, ahora con papá, ahora con mamá.
Para compartir, podemos elegir jugar todos juntos o tener algún plan común, para que el niño vea a la familia reunida y pueda saber que forma parte de ella. Favorecer que el niño colabore y coopere en el cuidado del bebé también le ayudarán a sentirse competente, responsable, etc , pero sin forzarse o darle demasiada responsabilidad.
APLAUDE LO BUENO
Incluso aunque no sea un gesto espontáneo. El refuerzo es un potente motor de nuestros actos, especialmente cuando somos niños. Cuando veamos gestos positivos, expresiones de cuidado o de cariño debemos decirlo, hacer saber al pequeño que nos damos cuenta de su cariño, de sus buenas intenciones.
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá.
Deja un comentario