La clasificación que se suele hacer de las emociones es que son negativas o positivas, pero como bien nos dice Elsa Punset (referente de nuestro post de hoy), son útiles o perjudiciales según cómo las usemos y en el momento en que las usemos, un mensaje del cuerpo y la mente sobre cómo estamos encajando nuestro día a día.
No seas víctima de una emoción, puedes comprenderla o transformarla. Hoy en concreto vamos a ver tres estrategias concretas que puedes practicar para cambiarle la cara a esa tristeza que a veces te invade.
La TRISTEZA es una emoción básica que trae con ella un mensaje muy claro: indica que tenemos la sensación de perder algo. Existe una gran diferencia entre la tristeza crónica que se instala profundamente en nuestro cuerpo y se transforma en depresión y que requiere sin dudarlo la intervención de un especialista y estrategias para el medio y largo plazo, y luego está la tristeza más pasajera, que responde a una pérdida puntual y que como vamos a demostraros hoy, puede aliviarse con más facilidad que la tristeza crónica.
¿Qué nos pasa por dentro cuando entramos en una espiral de tristeza? La tristeza desencadena una gran actividad cerebral que afecta a más de setenta áreas del cerebro, entre ellas las que procesan el conflicto, el dolor, el aislamiento, la memoria, los centros de recompensa del cerebro, la atención y las sensaciones físicas. Por eso nos sentimos mal físicamente cuando estamos tristes. Nos duele el cuerpo. Las estrategias rápidas para aliviar la tristeza y que funcionan en el corto plazo ponen el acento en interrumpir la negatividad, no solo para cortar los pensamientos negativos, sino también en deshacer el entorno químico que se genera de esa actividad cerebral de la que hablábamos. Estos son gestos sencillos que te pueden aliviar rápidamente. Vamos allá:
- CAMBIA EL FOCO. Es decir si cambias el foco de atención a algo diferente de esa sensación de malestar derivada de la tristeza, cambiará automáticamente tu emoción. ¿Por qué? Porque fisiológicamente cuando nos invade una emoción negativa, nuestro cuerpo tarda en torno a unos noventa segundos en procesar las hormonas del estrés y recuperar su estado normal. Si al cabo de ese tiempo sigues pensando en eso que te entristece o enfada, repite el proceso fisiológico y te quedas atrapado en un círculo vicioso químico. Así que en cuando tengas una emoción perjudicial y sientas que no disminuye, cambia el foco, haz algo diferente. Por ejemplo genera consciente y voluntariamente un recuerdo alegre y céntrate en cada detalle de ese recuerdo.
- RELÁJATE. Es algo que hemos repetido en este blog por activa y por pasiva, probablemente en más del 70% de nuestras entradas. Las técnicas de relajación, como la meditación, el control consciente de la respiración o la visualización son herramientas que aunque es necesario una práctica constante de estas técnicas, son muy eficaces para la disminución de la tensión y el estrés así como para gestionar las emociones perjudiciales. Una técnica sencilla que une la respiración profunda y la visualización es la siguiente: cierra los ojos y visualiza cualquier imagen que te tranquilice. Aquel verano en el pueblo, un día de playa, el ruido de una cascada, cuando juegas con tu mascota. Lo que sea que te agrade y hayas disfrutado. Mientras tomas aire y lo expulsas, retén en tu mente esa imagen y céntrate en cada detalle de ella. Si te vienen otros pensamientos, déjalos ir, no te centres en ellos. Repite esto tantas veces sean necesarias, hasta que sientas que empiezan a invadirte las sensaciones que te produjeron en aquel momento, esa imagen que está ahora en tu mente.
- RIE Y SONRIE, aunque no tengas ninguna gana. ¿Por qué? Porque hay una estrecha relación entre cuerpo y mente. Puedes comprobarlo ahora mismo. Cuando piensas en algo que te hace feliz, tu corazón late más despacio y tienes menos miedo y sonríes, que es una seña de apertura a los demás. Y lo curioso es que esto funciona también al revés. Cuando sonríes aunque no tengas ganas, generas una química que te hace sentir mejor. La risa incrementa los niveles de serotonina, una hormona que aporta bienestar. Así que, si no te encuentras bien, sonríe aunque no tengas ganas. Funciona.
PSICOLOGIA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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