por Vanessa Pragasam
Día 3: Bulgaria no entiende sin sus monasterios e iglesias. Ocultos entre sus montañas, labraron durante siglos una gran actividad intelectual que protegió el arte y el pensamiento cristianos frente a los años de dominación turca. La mejor forma de contemplar la belleza de este país y su historia es en coche, así que, madrugamos, cogemos un taxi al aeropuerto y alquilamos un coche por 40€, para los 2 días que nos quedan.
Conducir por Bulgaria no es complicado sobre todo si llevas navegador, eso sí, el estado de las carreteras no está muy bien, se nota que el mantenimiento brilla por su ausencia, pero merece la pena moverse en coche porque te deja libertad para visitar los monumentos a tu aire.
Una vez que abandonas la bulliciosa Sofía, la montaña de Vitosha, que flanquea la ciudad, te da la bienvenida. En sus faldas se encuentra la Iglesia de Boyana, una tranquila iglesia ortodoxa del Siglo X donde podréis admirar la increíble colección de obras de arte medieval de Europa del Este… Una auténtica joya catalogada como uno de los siete monumentos de Bulgaria, incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.
Siguiente parada, Monasterio de Rila. Situado a 130 km de Sofía, la visita a este tesoro espiritual no debería faltar en una vida viajera: por su entorno, rodeado de lagos, ríos y flora; por su misticismo y, por su maravillosa arquitectura. Por algo es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1983.
Cuenta la leyenda que Iván Rilski se retiró como ermitaño a las montañas de Rila y que vivió sanamente en el hueco de un árbol tallado en forma de ataúd. Al extenderse su fama de santidad, la peregrinación de monjes fue tal, que construyó el primer monasterio en el siglo X. Su tumba se convirtió en un sitio sagrado y el primitivo monasterio fue transformándose en un complejo mayor.
El monasterio cuenta con trescientas celdas monacales en un área de 32.000 metros cuadrados donde turistas y monjes pueden disfrutar de unas vistas privilegiadas a las montañas… Un edificio con cinco cúpulas bizantinas pintado a rayas rojas rodeado por las celdas. En su interior, la Iglesia de la Natividad, con cientos de pinturas al fresco representando personajes bíblicos y con el iconostasio dorado más grande de Bulgaria que representa 36 escenas bíblicas.
Si disponéis de algún día más para recorrer Bulgaria y os gusta el senderismo, os recomiendo dormir una noche cerca de la zona de los Siete Lagos de Rila.
A una hora del Monasterio de Rila, este grupo de lagos de origen glaciar, pertenecen al Parque Nacional de Rila y están a una altitud entre 2100 y 2500 metros. Cada uno de ellos se encuentra a distinta altura formando una especie de escalones naturales gigantes comunicados entre sí por pequeños arroyos. Pueden ser visitados en una ruta de 3-4 horas. Nosotros como no queríamos perdernos tan espectaculares vistas, nos desviamos a conocer sólo el primer lago de camino a Plovdiv, que era nuestra siguiente parada.
Llegamos a la población de Sapareva Banya, la más cercana a los lagos. Para los aficionados al senderismo, podéis empezar el camino aquí. Nosotros cogimos un telesilla que, en un trayecto de 20 minutos, te deja en la estación de Sedemte Esera (2100 metros) y donde se encuentra el primer lago, Dolnoto Ezero (Lago de Abajo). Me imagino que lo de subir en telesilla os resultará un poco raro pero permite a mucha gente conocer las maravillas de Rila, gente que tal vez no tenga la preparación física suficiente para afrontar una subida de tantas horas (2 horas de subida y 1,5 de bajada)… Y creedme, todo el mundo merece conocer los Siete Lagos de Rila aunque sea una vez en la vida… Son de una belleza impresionante en cualquier época del año.
Son las 16:30 de la tarde y todavía nos quedan 2 horas hasta Plovdiv. La primera parte de la carretera no es muy buena, secundaria y llena de baches, pero la otra mitad es autovía. Llegamos al hotel Residence Hebros (1), un edificio renacentista de más de 200 años de antigüedad situado en el corazón del centro histórico y tras dejar las cosas, nos lanzamos a dar una vuelta rápida y buscar un sitio para cenar.
Plovdiv es la segunda ciudad más grande de Bulgaria después de Sofía y, para mí, una de las más bonitas. Al igual que Roma, está construida entre siete colinas, aunque actualmente sólo quedan seis, al destruirse una para expandir la ciudad. Es también la ciudad habitada más antigua de Europa, remontándose a 4.000 años a.C. Aquí han dejado huella macedonios, tracios, griegos, romanos, bizantinos y otomanos… Diferentes etapas históricas que podemos ver plasmadas en su casco antiguo.
Todo este barrio, con sus calles empedradas y sus fuertes subidas y bajadas, invitan a dar un pausado paseo y hacernos una idea de cómo es esta maravillosa ciudad. Callejeando encontramos un pequeño restaurante, “Philippopolis” (2), con una agradable terraza y espectaculares vistas de la ciudad… Totalmente recomendable por su comida elaborada y su precio más que asequible.
Día 4: Último día de viaje así que toca madrugar para recorrer bien Plovdiv antes de volver a Sofía y coger nuestro vuelo.
El casco antiguo es uno de los más bonitos de Europa con miles de tesoros históricos y edificios que habían sido abandonados a su suerte y se han restaurado para convertirse en museos, restaurantes y hoteles. Las casas son auténticas mansiones de ricos mercaderes del Renacimiento búlgaro y las fachadas están pintadas en vistosos colores, como la casa Balabanova (3), uno de los más emblemáticos construido por un rico usurero a principios del siglo XIX y que, después de restaurarse, se ha convertido en museo.
El Museo Etnográfico Regional (4) fue creado en 1951 y expone 60.000 objetos pertenecientes al periodo que va desde el siglo XV al XX. En su interior, las habitaciones originales de la casa son ahora salas que muestran las costumbres y trabajos artesanales y, cada una, tiene un techo diferente de madera tallado a mano.
Nos acercamos a la Plaza Dzhumaya, uno de los lugares más animados del centro de Plovdiv y visita obligada por dos razones: la Mezquita Dzhumaya (5) y los restos del Estadio romano (6). Este último está casi oculto bajo el paseo peatonal pero en 2012, situaron unas escaleras para poder observar de cerca lo que debió ser una de las obras romanas más espectaculares de la ciudad. En cuanto a la mezquita, hay que decir, que es una de las más antiguas de los Balcanes, construida en el siglo XV y fue una de las más grandes de Plovdiv, ciudad que llegó a contar con más de 50 mezquitas otomanas.
La calle central de Plovdiv se llama Knyaz Alexander (7) y es la zona peatonal más importante de la ciudad conectando la plaza central con la ciudad antigua. Los edificios de fachadas “art nouveau” perfectamente restaurados hacen que éste sea el eje comercial donde podemos encontrar numerosos negocios, boutiques, bares, restaurantes y hoteles.
No hay mejor forma de terminar nuestra visita a esta pintoresca y única ciudad que en el Anfiteatro Romano (8), uno de los símbolos más significativos y famosos de Plovdiv. La existencia de edificios tan antiguos es un signo más de la importancia histórica de esta ciudad. Construido por el emperador Trajano, fue descubierto hace unos 40 años gracias a un corrimiento de tierras. La fachada del escenario está compuesta por columnas de estilo jónico romano en el primer piso y de estilo corintio romano, en el segundo. Después de un enorme esfuerzo de reconstrucción, actualmente, este impresionante espacio se utiliza para conciertos, óperas y otras representaciones, espacio que en sus tiempos de esplendor, acogió en sus gradas hasta 6000 espectadores.
Plovdiv es considerado un museo al aire libre… Una ciudad antigua y moderna a la vez que desborda una arquitectura rica y variada conservando siempre su naturaleza y entorno.
En apenas hora y media llegamos al aeropuerto de Sofía, dejamos el coche de alquiler y cogemos el vuelo de regreso a Madrid a las 17:30.
Abandonamos así un país con una situación estratégica donde destacan sus infinitas montañas y sus hermosos paisajes con pintorescos pueblos tradicionales; un país que ha sido encrucijada entre Europa y Asia y, donde sus tradiciones y costumbres han sido marcadas por todas las civilizaciones que han pasado por sus tierras; un país que me ha sorprendido para bien y al que pienso volver a disfrutar de su Riviera búlgara, como se conoce a los casi 400 kilómetros de costa bañada por el Mar Negro y, uno de los centros de turismo más importantes del país y de toda la región Balcánica. Espero que sea pronto!!
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