Sobre todo a aquellas personas que viven la vida con un gran optimismo, les parecerá raro, incluso imposible, que existan personas adictas al sufrimiento.
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¿Realmente crees que el destino está programado para ir en contra tuya? ¿Que las cosas malas solo les ocurren a las personas buenas? Hay personas, sobre todo esas a las que llamamos “adictos al sufrimiento” que creen esto firmemente, y ¿qué les sucede? Que su vida es una cadena interminable de sufrimiento y dolor.
El dolor, podríamos decir de forma sencilla, viene de forma natural, como consecuencia de algún evento desagradable, inesperado; que provoca una sensación de tristeza, rabia, injusticia… algo que nos pasa a todos. Sin embargo el sufrimiento es la actitud mental de estar recreándose y dándole vueltas y más vueltas al dolor.
Y aunque es cierto que la mayoría de las personas somos buenas y adoptamos una actitud de ayuda hacia los demás, este tipo de personas pueden llegar a resultar una carga por el hecho de no parar de hablar de sus desgracias. Ese recreo en el dolor que sienten, hacen que adopten el papel de víctimas, cayendo a su vez en el error de perder de vista que absolutamente todos sufrimos en la vida y pasamos por temporadas de dificultad.
Esta actitud no solo tiene consecuencias en la relación con los demás, también con ellos mismos, pues se dan el mensaje equivocado, autoengañándose y haciéndose creer que son las personas que más han sufrido del mundo, pues a través de esa creencia esperan la atención, la compasión y el reconocimiento de los demás, algo que no obtienen.
La adicción al sufrimiento por supuesto en la mayoría de los casos no se hace de forma consciente; este tipo de personas creen de forma genuina que su vida es un valle de lágrimas y desgracias, sin tener idea del porqué.
Por supuesto hay un segundo tipo de adictos al sufrimiento. Expertos manipuladores que con la actitud de víctimas, y muy conscientemente, utilizan su “sufrimiento” para obtener favores. Si tú tienes una tendencia a querer resolver la vida de los demás, de querer ayudar más allá de tu capacidad y no saber decir que no, es probable que te ronden expertos sufridores. Cuando llegue el día que te canses y por fin digas que no, te culpabilizarán y te harán sentir mal, pues generar culpa en los demás es la herramienta por excelencia para hacer chantaje.
Entonces te preguntarás ¿cómo manejo a esta gente sufridora?. ¿Qué hago para que reaccionen y no carguen mi vida con sus penas?. De nada va a servir que les des palabras de ánimo como: ¡No te preocupes que ya pasará! ¡La vida es bonita, deja de sufrir!, pues el primer tipo de sufridores se pondrá a darle vueltas a su dolor, sintiéndose más incomprendido y desdichado y el segundo tipo de sufridor, utilizará esos comentarios para manipularte como antes decíamos.
Tampoco les riñas: ¡Ya te avisé! ¡Eso te ocurre porque vas de víctima!. Con estos comentarios conseguiremos lo contrario a que despierten de ese letargo de sufrimiento. Te acusarán de ser insensible incluso que les estás tratando con crueldad.
Ya sabéis lo que no hay que hacer, pero suponemos que querréis saber ¿QUÉ HACER? Básicamente responder con respeto, atención, poniéndose en el lugar del otro, en sus circunstancias, pero eso las primeras veces que se te muestre quejosa. Posteriormente puedes responder diciendo algo como: “Te he estado escuchando cada vez que lo has necesitado y he estado pensando y entiendo que es dura y crítica la situación que atraviesas, ¿pero realmente quieres que tu vida gire 180º?” A esto contestarán que sí, pero con la idea de que para que cambie su suerte, los demás han de cambiar, esos quienes les tratan mal, que no les entienden.
Ante esta contestación poco a poco deberemos hacerles ver que no es tanto que los demás cambien o que las circunstancias externas se modifiquen. Por ejemplo: alguien que siempre va apurado de dinero porque no sabe gestionarse y va lastimándose a los demás con su situación. Puedes responder diciendo: “Sé que ahora estas pasando por un momento económico complicado, y quizás ahora pueda prestarte un poco, pero no todo lo que me pides. Pero, ¿ya pensaste qué hacer para que esto no se convierta en una situación constante? Yo te puedo ayudar a buscar soluciones. Porque ahora por más que yo y otros te dejemos dinero, no vas más que a tapar y destapar hoyos. ¿No sería mejor buscar una solución permanente? Es cierto que muchas cosas escapan de nuestro control, pero tu situación no se resolverá con un préstamo momentáneo. Puedo echarte una mano en hacer un trabajo personal y ver que puedes cambiar para que tu vida tome otro camino”.
Para concluir deciros que con esta actitud empática y de comprensión por su dolor generaremos un mayor beneficio en el otro, pero si salimos a socorrerles cual Madre Teresa de Calcuta (por supuesto a modo de metáfora y respetando su figura), cediendo a todas sus peticiones, les quitaremos su responsabilidad personal de cambiar sus propias circunstancias.
PSICOLOGÍA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías (CL-03770) e Irene Albert Cebriá (CL-03674).
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