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A tu cerebro no le gusta el verano

A tu cerebro no le gusta el verano

Descubre las razones de por qué a tu cerebro no le gusta el verano y cómo puedes echarle una mano para que soporte mejor esta estación. 

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Si cierras los ojos y te preguntas: ¿qué te sugiere el verano? , ¿qué contestarías?… ¡Vacaciones! ¡Playa! ¡Piscina! ¡Diversión! … Pero, también: calor, cansancio, insomnio, irritabilidad, apatía…

verano calor

Así es, amig@s: nuestro cuerpo, y más concretamente, nuestro cerebro no se lleva bien con las altas temperaturas.

Esto nos lo explica bastante bien la doctora Marisa Navarro, que señala que el cerebro está diseñado para funcionar correctamente entre los 35 y los 40 grados centígrados. Nuestras queridas neuronas son muy sensibles a los cambios climáticos. Cuando el termómetro sobrepasa los 40 grados, la actividad cerebral se enlentece y nuestro gran jefe —¡super cerebro!— no logra funcionar con normalidad. Y es que hasta Superman tiene su kriptonita.

El calor enemigo del cerebro

La razón por la que el calor se convierte en archienemigo del cerebro es porque tiene que hacer todo lo posible para mantener la temperatura de nuestro cuerpo de forma estable entre los 36 y 37 grados. Cuando la temperatura externa es mayor, imaginaos el esfuerzo que tiene que hacer para poder mantener esos niveles más bajos. Es verdad, que el cerebro utiliza a su gran capitán —el hipotálamo— para esta función de regulación. El problema reside en que este eficiente ayudante tiene un montón de funciones más a su cargo, por lo que tiene que hacer horas extras, con la sobrecarga de trabajo que lleva consigo.

Ahora entenderás por qué cuando estamos asfixiados por el calor nuestra capacidad de reacción es más lenta, nos sentimos agotados, nuestra concentración cae en picado, estamos más irritables y con menos paciencia—el hipotálamo también regula nuestras emociones—.

Y, ahora que ya sabes todo esto, ¿quieres ayudar a tu cerebro y ahorrarle un sobreesfuerzo al hipotálamo? Pues, presta mucha atención:

  1. Evita ponerte al sol en las horas de más calor y no hagas deporte a esas horas. Para los enamorados del deporte: podéis practicarlo, pero en las primeras y últimas horas del día.
  2. Bebe agua —aunque no tengas sed, unos ocho vasos aproximadamente—, aliméntate de comidas ligeras, con alto contenido en agua, como verduras y frutas, evita grandes dosis de café y, como no, modera el alcohol.
  3. Utiliza el aire a condicionado, pero ¡sin congelarte!
  4. Elige ropas ligeras, de tejidos naturales y que te permitan libertad de movimientos.
  5. Mantén un horario regular de horas de descanso —es difícil, lo sé— y de sueño. ¡Es momento de siesta, no lo desperdicies! ¡Hasta la NASA recomienda 26 minutos de siesta al día!

Como habrás visto, es utilizar el sentido común y concienciarse de que somos responsables de nuestra salud y cuidado de nuestro cuerpo.

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