Descubrir y afrontar una infidelidad dentro de la pareja es una experiencia difícil de vivir. Una situación que puede ser muy angustiosa, de verdadero calado emocional.
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Cuando la confianza se rompe y se experimenta el engaño vienen el dolor, la ira y el resentimiento. De pronto, la seguridad que sentíamos se desvanece, nos sentimos amenazados y heridos, nuestra autoestima sufre y nos preguntamos si podremos volver a confiar.
¿Qué nos lleva a ser infieles?
En primer lugar, hombres y mujeres son infieles por igual y por los mismos motivos y es siempre una decisión personal.
A veces las parejas expresan que la comunicación o el interés mutuo habían desaparecido mucho antes, y son capaces de identificar también qué procesos actuaron precipitando la infidelidad. Para otras, supone un durísimo golpe que no esperaban en absoluto. En este caso, la infidelidad no se limita a un momento puntual y parece contaminar toda la relación con una sensación de engaño o estafa.
No todas las infidelidades tienen carácter sexual y se limitan, si es que se puede decir así, al plano emocional: se ha establecido con un tercero una relación de intimidad, afecto e interés, al margen de la pareja legítima.
En algunas ocasiones, no hay ningún problema dentro de la pareja. Pudiera ser que el otro no se hubiese comprometido realmente nunca o que sea incapaz de cumplir con los parámetros de exclusividad que hemos acordado.
El aburrimiento, la inseguridad o el deseo de satisfacer necesidades que no quedan cubiertas en el ámbito de la pareja nos hacen dar el paso. De cualquier forma, la infidelidad es una conducta que acaba casi siempre en desastre. Quién es infiel hiere al otro, al que le dan el papel de víctima.
Lógicamente, y más allá de las posibles estadísticas, no todas sobrevivirán a sus efectos. Sin embargo, sí que existe ayuda para pasar por ello, sea cual sea el resultado final.
¿Por qué acudir a un psicólogo o a un terapeuta para superar una infidelidad?
En primer lugar, queremos recomendar a todas las parejas o personas que atraviesen este momento que busquen la ayuda de un profesional.
La terapia no busca necesariamente conservar la pareja. Eso es decisión de los que la integran. A veces, las personas que pasan por una situación así, expresan que no saben si quieren continuar o no. Bien, en este sentido, la terapia es un lugar seguro y neutral para llevar a cabo el proceso de descubrirlo. Para ello podemos conceder tiempo a nuestras emociones y escucharnos a nosotros mismos.
En ocasiones, son las personas heridas por la infidelidad el otro las que se niegan a ir a terapia. Por supuesto están en su derecho, pero es importante preguntarse si estamos negándonos por el deseo de castigar al otro o recuperar el control que nos ha sido arrebatado. Aunque es comprensible, este sentimiento no durará. Cuando el otro se aleje viendo que no hay solución ya no habrá nadie a quien castigar y, muy probablemente, no habremos conseguido librarnos del dolor.
Que las cosas no puedan volver a ser como eran no significa algo necesariamente malo.
Después de la aceptación, se puede comenzar a trabajar en el perdón. Este no es cosa exclusiva de la persona herida. Ambos deben participar para que se dé. Quizá implique mirar al pasado o hacer nuevas cosas. Si había un distanciamiento emocional previo, el terapeuta os ayudará a construir una vida en común que valga la pena, no a volver al momento pasado.
Por supuesto, el perdón puede darse a nivel racional, comprendiendo lo que ha pasado y por qué ha pasado, pero el nivel emocional del perdón suele tardar más en alcanzarse. Sería la ausencia de dolor al hablar de ello.
A veces el perdón no significa continuar con la relación, pero sí abandonarla de la mejor manera. Quizá crecer, aprender algo o sentirnos mejor con nosotros mismos. Esto puede ser algo especialmente importante cuando no hablamos de pareja sino de familia.
Volver a confiar.
El resultado óptimo de este proceso podría ser el de volver a confiar, no en la pareja necesariamente, sino en un mismo, en nuestra valía y en los demás.
Comprender que, aunque la manera en que nos enfrentamos a la vida tiene un gran efecto, no todo depende de nosotros. A veces pasamos por el dolor, pero también podemos ser felices, sentirnos amados y seguros.
Todo buen proceso terapéutico nos hará conocernos mejor, saber cuáles son nuestros puntos fuertes, las cosas que estamos haciendo bien incluso cuando el sufrimiento arrecia.
Un aspecto fundamental para buscar ayuda es saber que lo que sentimos ahora mismo de forma tan rotunda puede no ser lo que queramos para nuestro futuro. Podemos usar la ayuda externa para mirar hacia adelante.
Puede que todo pase, pero no es lo mismo pasarlo solo que con ayuda.
Elena Sánchez-Porro Frías (CL-03770) e Irene Albert Cebriá (CL-03674).
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