¡Sin Salir!

¡SIN SALIR, SIN TELE Y SIN VIDEOJUEGOS! ¿Cómo castigamos de forma útil a nuestros hijos?

Aunque muchas veces los niños nos sacan de nuestras casillas y los castigamos por ello es importante recordar que el castigo sirve para educar. Les enseña que algunas acciones tienen consecuencias negativas para ellos.

Nunca se deben poner con el objetivo de hacer que se sientan mal y las cosas que conseguiremos con ellos variarán en función de su edad, de que los comprendan y de que les enseñemos qué esperamos de ellos la próxima vez.

“Tras el castigo SÉ qué debo hacer para conseguir algo y SÉ qué NO debo hacer para no volver a ser castigado”.

Nos ayudará preguntarnos qué es lo que queremos enseñarle al niño. Es la explicación fundamental que necesitan los niños/ as para comprender por qué son castigados.

También debemos procurar dialogar con ellos: ¿por qué lo has hecho?, ¿qué crees que ha salido mal?, ¿qué crees que puedes hacer la próxima vez? Esto les ayudará a comprender y a reflexionar, contribuirá a su desarrollo emocional y les enseñará a ser responsables de su conducta.

Algo muy importante es que NO amenacemos con el castigo. Si estamos dejando claro que se trata de educar las amenazas no nos sirven porque lo que hacen es reflejar nuestro enfado, nuestra irritación y puede que ellos, naturalmente, quieran comprobar dónde está el límite.

Lo que buscamos es ser CONSECUENTES y poner castigos relacionados y proporcionados a la conducta que no queremos que se repita. Si nuestro hijo ha roto un vaso no es lógico castigarle una semana. Es importante dejar que se explique y por ejemplo, castigarlo con alguna actividad por la tarde será suficiente para que comprenda que ha hecho algo mal, que tiene consecuencias y por supuesto darle una explicación de cómo hacerlo bien la próxima vez. Si repite la acción, el castigo se repite de igual forma.

Castigar por largo períodos de tiempo (una semana, un mes, tres meses…dependiendo de la edad) no tiene el efecto que buscamos. Los niños se acostumbran al castigo, por ejemplo, a no ver la tele, y lo reemplazan por otra actividad. De la misma forma, son muy difíciles de cumplir por los padres. Para que un castigo sea efectivo debe cumplirse siempre.

Aún más importante que el castigo es el REFUERZO, una herramienta muy potente cuando queremos educar. Les enseña que sus padres, abuelos, profesores, están pendientes de ellos cuando hacen las cosas bien. Después de una cosa bien hecha viene siempre un premio o un elogio.

Por ejemplo, si hemos castigado a nuestro hijo sin jugar con nosotros porque no se ha querido duchar, debemos retirar el castigo en el momento en el que se duche. Como ha hecho lo que esperábamos debemos enseñarle el premio que tiene.

Cuando nuestro hijo se porta mal frecuentemente, puede ser más útil que castigar, el recordarle qué esperamos de él y estar atentos a cualquier pequeño cambio para elogiarlo rápidamente: ¡Qué bien has guardado tus juguetes en el baúl! ¡Seguro que podemos irnos a jugar al parque en cuanto acabes! ¡Qué responsable!.

Hay que recordar que si los castigos tienen que cumplirse los premios también. Una vez que hemos prometido un premio debemos cumplirlo.

No queremos despedirnos sin deciros que somos conscientes y es normal que cuando un padre está desbordado, se tiende a imponer castigos igualando su intensidad a la que los nervios nos están provocando. En estos momentos es útil decirles algo cómo: estoy muy enfadado, necesito relajarme y pensar que castigo debo ponerte. Esto nos dará un tiempo (no demasiado para no crear incertidumbre) para rebajar nuestro nerviosismo, a la vez que enseñamos a tomar decisiones de forma relajada y consecuente.

Desde esta posición más calmada seremos capaces de ver esos cambios positivos que se han ido dando en los hijos y nos ayudará a tener presente que el objetivo es educar y mantener una relación fluida y sin odio entre padres e hijos, motivándoles a cambiar con responsabilidad.

PSICOLOGIA CLAVE: Elena Sánchez-Porro e Irene Albert

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