Hoy queremos hablaros de este sentimiento tan especial que nadie reconocerá de buena gana sentir, pero que nos rodea y juega un papel importante en nuestras relaciones.
Seguro que todos hemos escuchado esa expresión que dice “el césped del vecino siempre parece más verde”. ¿Qué es lo que nos lleva a medirnos y compararnos siempre con el de al lado? Realmente se trata de un arma de doble filo, porque observar a los demás puede inspirarnos, ayudarnos a tomar decisiones, motivarnos, ofrecernos perspectiva… Pero si nos dejamos llevar por la comparación, podemos pasar al color verde rápidamente.
Por supuesto, la envidia es una mala consejera, especialmente tóxica, y su influjo nos aleja de las personas que queremos. Por eso, para comprenderla como emoción humana pero neutralizarla en la medida de lo posible, vamos a ofreceros algunas claves.
Allí donde mires
Compararse es para algunos casi un entretenimiento y lo cierto es que todos podríamos pasarnos el día midiendo nuestros éxitos, nuestras posesiones o nuestras circunstancias con respecto a las de otros. No tardaríamos mucho tiempo en salir perdiendo en alguna de esas comparaciones: peor trabajo, peor relación con nuestra pareja, peor casa, peor coche, menos dinero…
Si es una costumbre en nosotros debemos preguntarnos por qué. Quizá no sintamos satisfacción, o la inseguridad se apodere de nosotros cuando estamos con otros. Merece la pena analizarlo.
La parte por el todo
Siempre que nos comparamos estamos observando una parte pequeña de la vida del otro e ignorando las demás. Lo mismo hacemos con nosotros mismos. Puede que un aspecto muy concreto de nuestra vida, como una posesión, un coche o algo por el estilo, sí que se puedan comparar, pero no mucho más acepta algo así.
¿Por qué no nos paramos a pensar en todo lo que queda fuera de nuestra vista en ese momento? Quizá el trabajo de esa persona esté mejor pagado que el nuestro, pero no tenga mejor horario o el ambiente sea peor. A lo mejor ese amigo tiene una casa fabulosa, pero sufre por su situación familiar.
Hagamos un esfuerzo por no ser reduccionistas y no verlo todo blanco o negro.
Las consecuencias
Una vez que se desata la envidia ¿qué nos sucede? La mayoría de nosotros tiene dificultades para apartar de su mente pensamientos negativos hacia la otra persona o hacia uno mismo. Podemos experimentar también malestar, irritación, desesperanza. En resumen, nada bueno. Y no es una emoción que nos proyecte hacia adelante, que nos de energía o nos haga buscar lo mejor para nosotros mismos. Más bien nos deja una gran bola en la boca del estómago y la sensación de que odiamos al otro y deseamos que le vaya mal.
LO IDEAL
Lo mejor sería pararnos un segundo en cuanto detectemos la envidia surgir y reflexionar. En primer lugar, hay que recordar que nosotros mismos, al igual que los demás, no somos cosas ni circunstancias concretas. Somos más que lo que los demás ven de nosotros y también querríamos que nos mirasen así.
Acepta que sentir envidia algunas veces es normal pero no queremos sentirnos poseídos por ella. Únicamente nos hace daño y nos aleja de los demás.
Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá.
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