Toda persona que haya tenido un niño o haya estado o esté rodeado de alguno, se enfrenta diariamente a preguntas extrañas o simplemente a preguntas sin respuesta que sacuden nuestra cabeza y nos llevan a contestar: ”no se”. Por ejemplo ¿Cuántas gotas tiene el arco iris? ¿Cómo se conduce al infinito?
Nos preguntamos: ¿por qué los niños hacen esto? ¿me está tomando el pelo? ¿me está retando? Los niños son curiosos, pero esta no es a única razón. Tal y como sugiere Jean Piaget, los niños no son sólo “pequeños adultos”. Sin embargo, su manera de pensar es muy diferente a la nuestra. Su lógica a la hora de procesar el mundo es otra y de vez en cuando hacen “saltos” en su entendimiento que los sitúa cerca el mundo de los adultos.
Por ejemplo, un niño al que le gusta disfrazarse y hacerse pasar por diferentes animales, expresa sus sentimientos de forma distinta con cada traje. Ruge en su papel de dinosaurio. Se muestra silencioso y suave en su papel de gato. Como le dicen a sus madres, no es sólo vestirse de un animal, sino transformarse y convertirse en ellos.
¿Cómo aprender de preguntas extrañas?
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Si bien es probable que nosotros no nos vayamos a disfrazar de los diferentes dinosaurios, podemos seguir el patrón de comportamiento de los más pequeños, replanteándonos nuestras propias identidades. Podemos empezar a ser infantiles curioseando nuestras propias suposiciones y estando abiertos a cuestionar que las cosas pueden ser de otra manera.
Es evidente que nuestros dilemas como padres no siempre tienen una solución simple, pero replantearnos nuestra forma de pensar, ayuda. Por ejemplo, consideremos una madre que se acaba de incorporar a su trabajo después de una baja por maternidad. Dependiendo de las circunstancias, sino lo hace puede sentirse en una persona poco competente laboralmente, y por otro lado, tiene la necesidad de estar en su casa cuidando de su pequeño, porque sino puede sentirse culpable por no darle todo el tiempo de cuidados a su pequeño. ¿Son compatibles ambos roles? ¿debe decantarse por un rol y otro? ¿Sentirá culpabilidad tome la decisión que tome?
Nadie puede decir que contestar a estas preguntas sea sencillo. Sin embargo esta madre puede empezar a investigar qué elementos de esas múltiples identidades siente auténticamente y cuáles puede dejar ir. Esto le ayudará a averiguar cómo puede hacer coincidir sus expectativas sobre sí misma con quien ella es realmente. Esta idea proviene de los psicólogos de la Teoría de la Discrepancia, desarrollas por Edward Torley Higgins en 1987.
Esta teoría analiza los diferentes “yoes” que tenemos: nuestro ser “real” (o lo que realmente somos) y nuestro ser ideal (lo que aspiramos a ser). Cuando nuestro ser real no está ala altura de nuestro ser ideal, tenderemos a sentirnos desanimados, culpables por no poder llegar a ser lo que teníamos pensado ser y tener por ende baja autoestima. Cuando no sentimos que poseemos las cualidades que “deberíamos”, podemos empezar a sentir miedo incluso ansiedad. “Algo malo va a pasar”, tendemos a pensar. “Tal vez me van a despedir” o “tal en mi familia piensen que soy una mala madre por no quedarme en casa con el bebé”. La culpabilidad empieza a invadirnos.
Aunque la Teoria de la Discrepancia se puede aplicar a cualquiera, específicamente e adapta a las madres primerizas. A menudo se idealiza tanto la maternidad, que es vez de prepararnos para ello, nos llevan a convertirnos en “madres para la decepción”. Es decir, sintiendo una falta de coincidencia entre nuestra vida ideal y nuestra vida te. Cuando no cumplimos con nuestras propias no o las normas que nos imaginamos que los demás nos han impuesto, podemos empezar a sentir vergüenza y/o culpa.
Si bien es común sentir algo de culpa, no hay que evitarla totalmente, pues la maternidad es un gran cambio para el cual se necesita un tiempo de adaptación. Pero, además de haber mejorado los sistemas de apoyo a la conciliación laboral y familiar, es conveniente que replanteemos nuestra forma de pensar, dirigiéndonos a nosotros mismos lejos de la culpa de la maternidad y hacia un modelo de pensar en el que seamos autosuficientes y hagamos lo suficiente.
Algunas maneras de ir hacia este modelo, incluye:
- Tomar 5 minutos al día en los que analicemos todo lo que llegamos a hacer en un día.
- Pensar en periodos de días y semanas, y no en horas o minutos.
- Hacer una lista señalando nuestros tres mejores valores y al lado de cada uno anotar una lista de acciones que estén alineados con ellos.
- Cuando sientas culpabilidad pregúntate:
- ¿por qué me siento así?
- ¿hay otra forma de encuadrar está culpabilidad?
- ¿Qué pasaría si pensara de otro modo?
- Si no me sintiera culpable, ¿qué haría?
En el camino de ser mejores padres y mejores personas, podemos convertirnos en grandes científicos de los dilemas a los que nos enfrentamos, replanteándonos las cosas tal y como hace un niño. Podemos retocar cada cosa que hacemos hasta encontrar estrategias, que en la medida de lo posible previenen colapsos mentales y sacan la mejor versión de nosotros mismos.
PSICOLOGIA CLAVE: Elena Sánchez-Porro Frías e Irene Albert Cebriá
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